domingo, 16 de octubre de 2011

El corazón siempre gana.


 -Sabía que te encontraría aquí...


 Los últimos acontecimientos habían descolocado mi mundo. Lo habían puesto de pronto, y sin previo aviso patas arriba. No encontraba una razón por la cual seguir luchando, o al menos una que se asemejara a la que anteriormente utilizaba. Mi vida era sencilla. Una simple adolescente, como tantas otras, parecida y a la vez diferente. Con mis defectos y virtudes, aunque siempre fui propensa a potenciar más los primeros que los segundos.
Solo buscaba lo que se supone buscamos todas a esta edad. Un novio. Alguien que te quiera y al que puedas querer. Siempre pensé que esto era un modelo hecho, y que lo de “estar con alguien” no tenía demasiada importancia. No tarde demasiado en sumarme a este “fenómeno”. Al conocerle a él entendí muchas cosas que antes había leído o escuchado, pero nunca experimentado. Comprendí lo que es el amor a primera vista, aquel día en el que le vi, a distancia. Apenas sabía su nombre, pero sentí lo suficiente para saber que me había enamorado. Y, ahora que ha pasado el tiempo, sé que cometí un grave error. Me enamoré demasiado. Esta es la expresión que mi cabeza utiliza comúnmente, pero lo cierto es que es del todo incorrecta. No es que el enamoramiento fuese excesivo, si no que fue conducido hacia la persona equivocada.
Pronto descubrí que mis deseos comenzaban a cumplirse. Descubrí que él también estaba interesado en mí. Recuerdo aquel día, en el que me dijo que me quería por primera vez y me repetía que siempre estaríamos juntos. Hasta hace poco creí que sus palabras eran ciertas, pero solamente perduraron 7 meses. O al menos, eso es lo que yo creía.
El día 5 de abril ya no era igual que su anterior. Había varias cosas que los diferenciaban. No estaba su “buenos días, cariño” vía sms a las 8 de la mañana. Tampoco me vino a buscar aquel día, y por supuesto no me dio aquel beso que recibía todas las mañanas a las diez. No. Ya no estaban. Ni él ni sus besos. Ambos habían decidido fugarse de mi vida, como si se hubiese tratado de una mera ilusión provocada por mi subconsciente. Éste último deseaba torturarme.
Mi cabeza me obligó aquel día a abandonar las clases y dirigirme al parque que  hacía de escenario a mi última pesadilla. Me quedé observando aquel banco, y las viejas imágenes se apoderaron de mi mente...


-Miguel me ha citado en este lugar-me repetía una y otra vez-Eva, tranquilízate, solo llega algo tarde...
Aguardaba con impaciencia el momento en el que mi novio apareciera, con esa brillante sonrisa ondeando en sus labios. Que se inclinase hacia mí, que me besase, que me abrazase... No tenía ni idea de lo que me esperaba.
Estaba muy inmersa en mis pensamientos, cuando alcé la vista y le vi aparecer. Se acercaba con esa forma de andar tan despreocupada que me volvía loca, con esa cara tan perfecta que sin lugar a duda dios había creado especialmente para mí, con esos labios tan conocidos y que a la vez tenía tantas ganas de explorar...Pero en ese cuadro tan perfecto desentonaba algo. Sus ojos tristes, demasiado oscuros para ser sus preciosos ojos color miel y su sonrisa... no sabía dónde estaba.
Me levanté para abrazarle, tal y como estaba acostumbrada a hacer. Extendí mis brazos hacia él con una sonrisa, y él se apartó rechazándolos. Me quedé congelada. Jamás había hecho una cosa así y no comprendía cuál era la razón de que lo hiciera ahora.
-Hola, Eva...-susurró con un hilo de voz.
-Miguel, ¿qué te pasa?
-Creo que... tenemos que hablar.
Aquello era malo, o eso creía. “Tenemos que hablar” son las tres peores palabras creadas por el ser humano. Después de ellas nunca viene nada bueno. Me senté en el banco y esperé a que él hiciera lo mismo a mi lado. Transcurridos unos segundos, se sentó con suma precaución, como si el banco estuviera recién pintado o algo por el estilo. Me miró, con unos ojos sin rumbo que jamás había visto.
-Estos días he estado pensando muchas cosas...
No dije nada al respecto, aguardé a que prosiguiera.
-Verás, creo que esto no llega a ninguna parte-dijo con una voz fría.
-No te entiendo.
Pretendía hacerme la tonta, incluso engañarme a mí misma. Claro que lo entendía, sus palabras eran claras, pero toda oportunidad debía ser gastada.
-Eva, yo ya no te quiero como antes, pero ese no es todo el problema. Creo que no te quiero lo suficiente como para seguir adelante con esto-las palabras salieron disparadas de su boca, mientras yo necesité un momento para asimilarlas.
-Quieres decir que... ¿esto es el final?-En otro momento, me hubiese sentido estúpida por preguntar eso, pero no en ese.
-Me temo que sí.
-Y ahora, dime la verdad, ¿alguna vez me quisiste lo suficiente, o esto era solo un juego para ti?
-Claro que te quise...
-No te creo-las lágrimas se deslizaban ya por mis pómulos, para llegar a mi barbilla y caer con rumbo hacia ninguna parte.
-Oh Eva... yo...-se inclinó hacia mí con intención de besar mi frente.
-No-dije con voz temblorosa-no me toques.
-Pero cariño, yo...
-Pero, ¡¿tú qué es lo que quieres?!- le espeté. Estaba muy dolida-¿Ya no me quieres no? Pues olvídame, déjame en paz. Olvida lo que paso entre los dos y por favor, no me llames, no me hagas más daño.
Me levanté con indecisión y le di la espalda mientras caminaba en la dirección contraria hacia mi casa. Recuerdo que en aquel momento sentí el deseo de volver y abrazarle. Decirle cuanto le amaba y dejarle claro que no estaba dispuesta a vivir sin él. Mi dolor me lo impidió.


Los recuerdos eran demasiado nítidos aún. Era una tonta. ¿Acaso se iban a borrar con el paso de un día? Me daban ganas de reírme de mi misma. Me senté en el banco al que había mirado embobada durante un buen rato y comprobé que pequeñas gotitas de agua comenzaban a caer por mi frente.
No me importaba. Ahora ya no me importaba nada. Todo me daba igual. Quería que el sufrimiento terminase. Quería dejar de ver, oír, sentir... Solo ver negro, solo oír silencio, solo sentir paz... De nuevo me engañaba. ¿Paz? No, yo no podría estar en paz nunca. Porque siempre se ha relacionado la paz con la felicidad y mi felicidad solo se hallaba al lado de la persona que había decidido encontrarla lejos de mí. Cerré los ojos, intentando que las lágrimas no se escaparan de mis ojos. Finalmente abandoné mi lucha.


-Sabía que te encontraría aquí...
Sí, era su voz, estaba convencida. No me esforcé por ocultar mis lágrimas, ni tampoco mi llanto. No me incorporé. No moví ni un solo músculo de mi cuerpo. Temía verle y satisfacer a mis auténticos deseos.
-He cometido un error. Me gustaría que me escuchases...
Su voz parecía sincera y... ¡NO! No podía permitirme ahora dudar de mis anteriores palabras.
-Eva, verás... yo...
-No, por favor-le interrumpí-no sigas. No quiero que me hagas más daño.
-Eva, te quiero.
Sus palabras atravesaron los muros que yo había intentado construir para defenderme. El aún húmedo cemento cedió a sus palabras. Levanté la mirada, sin poder evitarlo, y contemplé con adoración sus ojos llorosos, mirándome demasiado tristes.
-Eso no fue lo que me dijiste ayer...-decidí irme por la tangente.
-Ayer me comporté como un auténtico idiota.
-Ya lo creo-coincidí. Sabía que no resistiría durante mucho tiempo.
-Estaba confundido. Tú eres mi vida. No puedo vivir si tú no estás a mi lado. Odio todo lo que no tenga relación contigo. Perdóname. Mis palabras fueron demasiado dolorosas para mí, pero lo fueron aún más al comprobar que tú las creíste. Escúchame con atención-aguardó a la espera de algún tipo de contestación, aunque sabía que ésta no aparecería-no te quiero, te amo. Nunca pienses que siento lo contrario, porque he vivido demasiadas cosas a tu lado como para olvidarlo todo en unas horas. Estoy enamorado de ti, y sé que nunca lo estaré de nadie más. Por favor, perdóname, me siento una auténtica basura.
No sabía que decir. Creo que nadie en mi lugar lo sabría. ¿Qué debía hacer? Debía perdonar al tío que había iluminado mi vida con solo aparecer en ella o... debería tener en cuenta el dolor que había sufrido por su culpa y retomar mi antigua vida, mi vida sin él. Solo con imaginármelo me entraban escalofríos. Me incorporé. No era totalmente consciente de mis movimientos. Me di la vuelta, dándole la espalda, y me dispuse a alejarme.
-Eva, no...-no terminó.
Dejé de caminar. Sabía lo que quería mi corazón, pero también lo que dictaba mi cabeza. No sabía a cuál de los dos hacerle caso, aunque no tardé demasiado en descubrir cuál era el más fuerte. Me giré de nuevo hacia él y me lancé a sus brazos. Sí, ese era justamente mi lugar. Donde deseaba estar. Donde estaba deseosa de experimentar la felicidad.
Allí, junto a él, todo era perfecto.
-Te amo-sus palabras hicieron que una sonrisa apareciera en mi cara.
-Y yo-contesté mirándole a los ojos- mucho más que a mi vida- y besé sus labios.

5 comentarios:

  1. espectacular Alba. Se me ha puesto la piel de gallina. Te juro por dios que he llorado al leerlo.
    Es precioso! :)

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  2. Yo's que están llorando en este preciso instante.
    Deberías escribir un libro o algo, es increíble lo que haces, te lo digo de verdad. Te quiero muchísimo, jamás lo olvides hermana.

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  3. Muy bonito e idealizado. El sueño "masoquista" adolescente.Me deja pero me quiere y vuelve porque su amor es más fuerte que la libertad.
    No es real.... si te dejan y a esa edad es por una cuestión de hormonas y no de amor.
    Pero está muy bien escrito y te introduces en la historia desde el primer momento.
    Te felicito , eres una gran escritora.

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  4. Me ha emocionado.El amor es una droga demasiado fuerte .No podemos evitar engancharnos y luego sufrimos el "mono".

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  5. "Me giré de nuevo hacia él y me lancé a sus brazos. Sí, ese era justamente mi lugar. Donde deseaba estar. Donde estaba deseosa de experimentar la felicidad."

    me gusta como escribes, me gusta tu blog

    te sigo, un gusto

    Macarena

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