sábado, 29 de diciembre de 2012

Capítulo 10


Las puertas se cierran y el tren se pone en marcha. Comienza el quizás demasiado rápido viaje de vuelta a casa y finaliza el quizás demasiado corto fin de semana. Le miro a los ojos, los mismos ojos verdes que hace menos de una hora brillaban al pronunciar mi nombre. Me sonríe, le sonrío. Realmente me hace feliz, me ha hecho muy feliz estos tres días, pero siento esa sensación de vacío en mi interior. Esa sensación que precede a un cambio, al final de algo. Mi corazón late al compás de tal sensación, intentando calmarla, pero de pronto comienza a latir frenético a causa del roce de nuestros labios. Me besa con ternura, con un amargo regusto a despedida, y mi corazón aminora su marcha en pos de una melodía más triste. Mi pobre corazón, y el suyo… Tan vulnerables, tan conectados, tan sumamente dependientes el uno de otro...

Estamos tumbados en el sofá. Acurrucados, enroscados el uno en el otro, con el deseo de perder los propios límites de nuestro cuerpo y unirnos en uno solo. Mientras él me acaricia la espalda, yo deslizo las yemas de mis dedos por sus brazos y su pecho, y reflexiono sobre lo relajada que estoy en este momento. Él y yo, no necesito nada más en este instante. Sencillo, sin complicaciones, feliz… Tan feliz como pocas veces me he sentido.
Me giro sobre mí misma de forma que quedo justo encima de él, con sus labios muy cerca de los míos.
-Te amo-le susurro con la voz más dulce que poseo.
-Y yo a ti, mi vida-me contesta él, dejando escapar una sonrisa.
Le beso, me besa. Besamos nuestros labios, nuestra sonrisa de enamorados, nuestras mejillas, nuestros labios otra vez… Le doy el último suave pero claro beso en la mejilla, y desciendo un poco sobre su cuerpo para que mi cabeza quede a la altura de su pecho. Allí decido acampar, pasarme la vida entera si se me permite. Me siento tan cómoda ahí, tan feliz…
-¿Sabes mi vida? Este es uno de mis sitios preferidos del mundo-afirmo, con cierto tono infantil.
-¿Ah, sí? Y eso por qué, pequeña-me contesta él, siguiéndome el juego con un tono de voz similar.
-Pues porque me resulta cómodo, apacible… Es mi sitio favorito del mundo para relajarme. Además, tiene la música de fondo más bonita que existe-le contesto, casi en un susurro.
-¿Y qué música es esa?-me pregunta, dulce pero intrigado.
-El latido de tu corazón-respondo-adoro su sonido. Suena a paz, a tranquilidad, a hogar… Suena a que estoy donde debo estar.
Aunque no puedo verle el rostro, debido a nuestra posición, oigo con claridad el sonido de su sonrisa. Sonríe ampliamente, con ternura. Posa sus manos en mis caderas y me hace ascender suavemente hacia arriba hasta que estamos de nuevo nariz con nariz, labio con labio, sonrisa con sonrisa. No dice nada, porque en realidad no es necesario decir nada. Sonríe y me besa, sin pausa, sin un momento para respirar. Nos besamos con delicadeza, casi con adoración… pero pronto cambia el ritmo, y la atmósfera cambia y se carga repentinamente.
El ritmo de nuestros labios cambia, al igual que el de nuestros latidos. Hay deseo en el ambiente, deseo y felicidad, una mezcla perfecta pero explosiva. Y hay explosión, una explosión prevista. Hay descontrol de besos, besos en cada centímetro de piel, en cada poro, en cada parte del cuerpo, de la cara… Hay caricias, caricias que nadie más se ha dado nunca, porque son nuestras caricias. Caricias en la espalda, en la cintura, en el pecho, en la cara… Y también hay susurros, labios que susurran cientos de te amo. Me muerdo el labio, aprietas tu cuerpo contra el mío. Deseo que no haya espacio entre nosotros de nuevo, que no haya si quiera un milímetro que nos separe… Y me doy cuenta de que me equivocaba, de que mi sitio favorito en el mundo es éste, así. Amándonos.

Apenas quedan dos paradas para estar de vuelta. Para que haya más personas, más cosas, para que no seamos solo 'nosotros'. De pronto comprendo que no tengo porque sentir tal sensación, que no hay nada que temer. Entiendo que, aunque no vaya a ser fácil volver a encontrar un momento para los dos solos, nos quedan pequeños instantes en los que sí es así. Nos quedan los besos, cuando el mundo se para y estamos solos, él y yo. Nos quedan las palabras, portadoras de sentimientos, la prosa y la poesía unidas para expresar la cuantía del amor, del sentimiento. Nos quedan las caricias, el roce de nuestras manos y, por encima de todo ello, nos queda la conexión. Nuestros corazones conectados, unidos, latiendo como uno solo. Nos queda el hogar, y aquel sofá… Nos queda lo muchísimo que nos queremos, tal como ha sido desde el primer capítulo, y tal y como siempre será.


viernes, 7 de diciembre de 2012

'Conócete a ti mismo'



Sócrates sentía especial predilección por la frase “conócete a ti mismo”, pues creía que sólo podía llegarse al auténtico conocimiento a través del autoconocimiento. Y no le faltaba razón, pero esa frase no hace justicia a la dificultad del cumplimiento de la misma.
Conocerse a sí mismo es sumamente difícil, es algo que vas consiguiendo con el paso de los años. Es un procedimiento engañoso y escurridizo, pues en muchas ocasiones creerás haber llegado al final cuando en realidad vuelves a estar al principio del camino. Es perjudicial, pues nunca sabrás qué quieres o deseas realmente, siempre te dejarás llevar por lo moralmente correcto. Y es doloroso, pues por ese desconocimiento de ti mismo perderás cientos de oportunidades y cosas que realmente merecían la pena. Y todo esto no es más que un supuesto, el supuesto de que quieras conocerte, ya que no todo el mundo se para a pensar en quién es.
Nos asusta conocernos, reconozcámoslo. No queremos saber qué hay dentro de nuestras cabezas, sabemos que hay cientos de cosas que no controlamos. Hay deseos reprochables, inconfesables. Hay recuerdos terroríficos, recuerdos que explican el por qué de cómo somos, de cómo actuamos, de lo que buscamos en la vida inconscientemente. Hay, en definitiva, esencia. Nuestra esencia, la esencia de lo prohibido.
Es complicado saber si nos parecemos a lo que realmente somos o deseamos ser. Nadie es como en su razón está escrito (por suerte o por desgracia), y es por eso que en muchas ocasiones nos preguntamos si somos felices sin saber finalmente la respuesta. Y, como siempre digo, es muy difícil hablar de algo sin recurrir a la experiencia, por tanto hablaré desde mi razón, desde mi esencia.
A lo largo de la vida se van tomando diferentes caminos, normalmente con lo que crees en ese momento que te va a hacer feliz. Hay caminos mejores y caminos peores, como todo en esta vida. Caminos tortuosos, pedregosos, angostos, llenos de errores, rencor y resentimiento, y hay caminos anchos, llenos de rosas blancas con muy pocas espinas, largos pero fáciles de recorrer. Cada vez que terminas uno (o que lo abandonas a la mitad) hay algo en tu esencia que cambia. Muta, se adapta a la nueva situación en la que te encuentras. Puede alejarse o no de su razón verdadera, pero cambia inevitablemente. Y así va sucediendo repetidas veces, una tras otra, aprendiendo o no de los caminos que vas superando… hasta que llega uno. Uno que sí te cambia, uno que tú notas que te ha cambiado. Te preguntas entonces si te acercas a tu esencia, si eres esa persona realmente, pero aún te cuesta llegar a la conclusión que deseas obtener.
Finalmente hallas la respuesta casi sin quererlo, casi sin haberte parado a buscarla entre los pétalos blancos. Y lo afirmas, lo afirmas porque estás sonriendo, porque no tienes ninguna duda. Porque huele a coco y a lavanda, y todo tu horizonte está lleno de rosas, de rosas especiales, de rosas blancas.
Sin detenerte, sin alterar tu ritmo, sonríes mientras afirmas “vuelvo a ser yo misma”, y continúas tu camino.

martes, 20 de noviembre de 2012

Capítulo 9


Los segundos fluyen, los minutos se suceden, los días pasan, los meses se suman y nuestro amor se mantiene firme. Muta, se adapta a cada momento como un molde, pero jamás cambia en su componente esencial.
Nuestro amor tiene maravillosas características, además de numerosas, que suelen considerarse comunes pero que en realidad son extremadamente complicadas de encontrar. No os engañéis, no todos los amores tienen esas cualidades, pero el nuestro goza de tenerlas. ¿Cuáles son? Os preguntaréis. La respuesta es sencilla: No tengo ni idea. No se pueden enumerar, ni son tangibles, ni explicables. Se trata de un tipo de amor, también imposible de explicar, quizás solo entendible por experiencia. Un tipo de amor que arrolla, que siente, que padece, que espera, que aguarda, que llora, que entiende, pero sobre todo que ama.
Podría contaros el secreto de ese amor, de forma que todos lo poseyéramos y fuésemos así felices...  podría pero no lo haré. No lo haré porque no quiero, porque me da miedo. Porque para contaros sobre ese amor tendría que recurrir a la experiencia, a nuestro amor, y me da miedo que le conozcáis a él. Me da miedo porque es increíble, porque tiene todo ese tipo de cosas que cualquiera querría para sí… Y yo tengo la suerte de tenerle a mi lado.
Me siento quizás un poco egoísta diciendo esto, pero el amor al fin y al cabo tiene algo de egoísmo, tiene algo de querer incondicionalmente a alguien a tu lado. Aún así daré una pista, una que he repetido durante este corto y feliz capítulo. El secreto es “nosotros”, ni más ni menos. Es encontrar a la persona idónea con la que compartir esos segundos, esos minutos, esos días, esos meses… Ese alguien a quien sonreír en cada uno de ellos, y sobre todo repetirle un ‘te amo’ al final de los últimos.


sábado, 10 de noviembre de 2012

Estereotipos


Si por algo se caracteriza esta sociedad es por la inseguridad. La historia nos ha castigado severamente por los errores cometidos (que no han sido pocos) y ya nacemos con esa inseguridad como si la llevásemos en los glóbulos rojos, junto al oxígeno. Es propia de nosotros, de nuestra forma de ser, de nuestra personalidad y día a día.
La inseguridad es una de las peores cualidades que se puede poseer. Es cobardía, es falta de confianza en uno mismo, es miedo al fracaso. Y todo esto, en muchas ocasiones, radica en la falta de autoestima. La autoestima es mucho más de lo que puede verse por fuera, mucho más que un físico y una cara bonita. Tiene que ver con el aprecio a uno mismo, con la crítica a todo lo propio, con el dolor… Sí, el dolor, porque no hay nada peor que el auto desprecio, que no valorar ni ser capaz de ver lo bueno propio. Y esto es porque, en realidad ¿quién nos conoce mejor que nosotros mismos? ¿Es posible pretender que alguien te quiera si no te quieres tú primero? Resulta difícil creer que alguien valore ciertas cualidades que tú consideras no tener.
Y todo esto procede a su vez del principio, de la sociedad. De los valores e ideales que desde siempre se nos han inculcado. Del hombre fuerte y valiente, macho, que nunca llora, y de la mujer delicada, servicial, delgada y perfecta. Nos sentimos fuera de lugar cuando no poseemos todo lo que la sociedad ha dejado impuesto, sin darnos cuenta de que es imposible alcanzar la perfección que se espera de nosotros. Cada cual es imperfecto a su perfecta manera, con sus fallos y sus virtudes, siendo el peor en ciertas cosas y el mejor en otras, sabiendo querer o no, sabiendo creer o no…
La perfección no existe, es preciso dejar de engañarse. Es necesario acabar con esos modelos impuestos, con esa chica delgada y ese chico fuerte. Tomémonos un respiro y seamos lo que queramos ser. Tomemos oxígeno y preparémonos para equivocarnos, que es al fin y al cabo lo que mejor se nos ha dado siempre. Seamos humanos, imperfectos e incorrectos, pero humanos.



miércoles, 17 de octubre de 2012

Capítulo 8


Hay muchos tipos diferentes de amor. Hay amores fugaces, o de verano como suelen llamarse. Amores que decrecen a medida que aumenta la distancia respecto a la playa. Hay amores platónicos, amor que todos hemos sentido alguna vez, ese amor por una persona a la que consideramos inalcanzable, imposible de tener. Hay amores de amistad, amor prácticamente fraternal hacia esa persona que te apoya y escucha en todo, pero que en muchas ocasiones termina convirtiéndose en otro tipo de amor. Y, por ello, también hay amor de confusión o transformación, de confundir sentimientos o de que éstos evolucionen y se conviertan en algo más. Y hay también otro tipo de amor, uno que podríamos llamar amor que mata, tal y como decía aquella canción. Un amor suicida, un amor que no te deja ver más allá de esa persona, un amor que te acaba destruyendo por dentro.
En mayor o menor grado todos hemos llegado a experimentar estos tipos de amor, o al menos varios de ellos. Forman parte de nuestra vida, de nuestro desarrollo como personas, y nos ponen a prueba para lo que acostumbra a llamarse amor verdadero. Este amor, por muchos considerado leyenda y por otros fervientemente buscado, es considerado el clímax de lo sentimental. Una vez encontrado ese amor seremos felices para siempre, sin problemas, sin preocupaciones. Este es, al menos, el concepto que inconscientemente tenemos todos de ese amor verdadero. Un amor puro, sincero, sin ningún tipo de obstáculos. Pero, ¿y las características de este amor? Pocos las conocen a ciencia cierta, incluso algunos son poseedores de tal amor sin siquiera darse cuenta.
El amor verdadero posee todo lo bueno del resto de amores. Posee la intensidad con la que se vive un amor de verano, la enorme necesidad de posesión hacia el amor platónico, la sinceridad, confianza y compenetración de los amores de amistad, la capacidad de evolución de los sentimientos del amor confuso y la pasión con la que se vive el amor que mata. Es realmente difícil encontrar un amor así, con todas estas características. No queda otra que ir probando corazones y dejarse llevar por ellos. Una lenta y agónica espera en ocasiones, y un rápido y cómodo encuentro en otras. Pero ambos caminos llegan al mismo resultado, y puedo asegurar que cuando llega es simplemente excepcional…
Es entonces cuando conoces a esa persona. Que te completa, que te entiende, que te escucha, que te aconseja, que sabe como acariciarte, que te sonríe para contagiarte su sonrisa, que te anima, que te perdona, que te llora, que te echa de menos, que te dice palabras bonitas, que siente esas palabras de verdad, que se acuerda de ti a cada momento, que te conoce como nadie, que te ama… Y que es totalmente irremplazable. Que llena cada pequeño espacio de tu corazón, que prácticamente rebosa. Que llena cada centímetro de tu cuerpo de su recuerdo, cada espacio de tus fosas nasales de su olor, cada milímetro de tus ojos de su sonrisa…
Y sabes que no le dejarás escapar. Sabes que nadie te hará tan feliz, que nadie te regalará palabras bonitas cada día 18 del mes. Que nadie te cuidará de esa forma, que nadie te querrá así… Y que nadie más te escribirá un te amo al final de cada capítulo del mes.


lunes, 8 de octubre de 2012

Sinestesia


Una vez me preguntaron por lo que venía a mi cabeza al pensar en la palabra ‘amor’. Pensé en cientos de sensaciones relacionadas con el sentido de la vista. Pensé en unos ojos en los que verme reflejada, en una gran y protectora espalda, en unos labios carnosos que desease besar... Pensé también en el sentido del tacto. Unas manos suaves y hábiles, unas manos que supiesen provocar en mi cientos de sensaciones. Pensé en vello erizándose, en caricias con la yema de los dedos, en lenguas que investigan cuerpos. Pensé en sabores. En menta, gel, sudor producto de la excitación, saliva dulce, saliva más amarga… Pensé en sonidos. En gemidos, en ese tono suave que acompaña a una voz que susurra un ‘te quiero’. En risas, en sollozos producto de lágrimas (que más tarde volvería a convertir con todo mi empeño en risas). Y pensé en olores. Los más especiales para mí, los que más dicen de cada situación. Pensé en muchos, en cientos de olores quizás. En olor a champú, canela, fruta de la pasión, sexo, nata, fresa, vainilla… Inundaban mis fosas nasales, mi pensamiento.
Creía que tenía todos los ingredientes claros. Conocía sensaciones aisladas, sentidos por separado, imaginación en estado puro al fin y al cabo… Pero no sabía nada en realidad, desconocía la práctica tras la teoría. Y un día, un inesperado día, la luz me cegó. Y no solo afectó a mi sentido de la vista, nubló por completo todos mis sentidos. Dejaron de trabajar tan individualmente y pasaron a ser uno, y a la vez varios. Comenzaron a interconectarse. Perdí el rumbo, la razón, la conexión, el orden. Comencé a oler caricias, a oír sonrisas casi antes de que apareciesen, a ver palabras de amor y a tocar el mayor sentimiento de todos.
Todas esas sensaciones unidas formaban una maravillosa macedonia. Equilibrada, fascinante, una que era capaz de nublar mi mente, una que conseguía que olvidase al mundo entero. Era adictiva. Blanca, de coco, de canto de pájaros, de amanecer, de puesta de sol. Todas esas sensaciones ofrecían un destino. Un limbo, un lugar celestial. Un lugar que, aunque solo se nos permite rozar con la yema de los dedos, invita a luchar por residir en él. Me da miedo decir su nombre, dicen que si dices lo que deseas ya no se cumple, y aunque haya estado varias veces en ese lugar jamás dejaré de desear volver. No sé expresar con palabras el camino que lleva a ese cielo, solo puedo decir cómo llegue yo, solo puedo hablar de mi experiencia personal.
La última vez que yo llegué a ese cielo estaba en sus brazos.


viernes, 28 de septiembre de 2012

Cabeza, corazón, cuerpo.


Anoche soñé con él. Soñé que estábamos en una amplia habitación, con una gran cama nido presidiendo el centro. Estábamos bajo unas sábanas lila suaves, pero no más suaves que el roce de su piel, que la caricia de sus manos, que los cientos de ‘te quiero’ susurrados… Nos besábamos, no parábamos de besarnos. Como dos partes de un todo, como dos almas que necesitan estar juntas, como un ventrículo que necesita desesperadamente a su aurícula. Tengo ganas de decirle que no se vaya, que se quede esa noche conmigo, que no me abandone jamás. Pero tengo tanto miedo… Miedo de romper el momento, miedo de que le disgusten mis palabras, miedo al rechazo, miedo al abandono. Por ello callo y disfruto, me pierdo en sus labios, en los pequeños mordiscos y en sus preciosos ojos. Y de pronto, dejándome totalmente desconcertada, desaparece. Se ha ido, se ha esfumado, ha volado sin dejarme de recuerdo ni una sola de sus plumas… Y yo yazco aquí sola, desnuda, sin ventrículo, sin alma. Mi pecho parece desgarrarse. Tengo ganas de arrancármelo, de despojar mi ser y mi corazón de mi cuerpo. De volar en su busca. De derramar lágrimas sin un sentido claro. De no querer a nadie más. De dejar de sentir, de ver, de oír, de soñar… 
Y despierto en mi cama incorporándome bruscamente, bañada en sudor. Sollozo e intento tranquilizarme, recordándome que solo ha sido un sueño. Pero no, no solo era un sueño. Era la realidad disfrazada de pesadilla, que se ha filtrado en mi mente y ha aprovechado su información para burlarse de mí. Me miro las manos, que temblorosas son incapaces de calmar mis nervios. No, él ya no está conmigo. No estaba soñando, era mi realidad que ha decidido torturarme, privarme de mi descanso, de mi tiempo sin lágrimas. Que ha decidido convertir en pesadillas lo que antes eran sueños reales, sencillos... Lo que antes eran sueños perfectos y felices con él.
Y no me queda más que volver a dormirme, dejar que pasen las horas y esperar a que la luz del día sea quien me proteja. Tiemblo pues, al pensar en que apenas quedan horas ya para que sea de nuevo de noche, para estar de nuevo sola con mis pensamientos, para estar a merced de mi cabeza y su maldita persistencia en destruirme por dentro. Y antes de caer en un sueño oscuro y voluble me doy cuenta de algo: en el olvido, como en el dolor y el amor, el peor enemigo es uno mismo.





lunes, 17 de septiembre de 2012

Capítulo 7

Cierra los ojos e inspira profundamente.
Odia discutir. Odia los gritos, los reproches, los errores… pero odia sobre todo que estén relacionados con él. Todas las parejas discuten-se dice-de hecho ellos apenas suelen hacerlo. Y es cierto, ella lo sabe, los dos lo saben. Rara vez discuten, siempre saben hablar las cosas, siempre saben estar de acuerdo. Se complementan realmente bien. Ambos conocen hasta el más pequeño de los secretos de su pareja, saben escucharse, saben comprenderse, saben abrazarse cuando el otro lo necesita… y sí, saben quererse. Como muy poca gente sabe hacerlo, como muy poca gente cree hacerlo, de una manera total e incondicional. Simplemente no pueden decirse ‘no’, desean por encima de todo hacer feliz al otro. Se sienten realmente atraídos, cual satélite hacia su planeta. Adoran estar juntos, tienen esa especial compenetración y complicidad que es realmente difícil de encontrar. Se desean, son amantes de las caricias interminables, de darse besos hasta dejarse sin aliento, de los abrazos que sustituyen palabras, que lo dicen todo…
E inmediatamente, aunque ella está molesta por una tontería, sabe que ya le ha perdonado. Sabe que en realidad su enfado ha durado dos segundos, nada más. Sabe lo que quiere hacer, sabe que no puede evitarlo, sabe que lo hará. Sabe que se va a tumbar a su lado, a decirle lo tonto que es y lo muchísimo que le quiere. Sabe que le besará y abrazará después, porque simplemente no puede evitarlo, porque es el lugar más seguro y protector que conoce. Y sabe que sonreirá, que será feliz en ese lugar, que habrá olvidado por completo el porqué de su enfado en el mismo momento en el que él separe sus labios y deje ver su sonrisa. Y sabe que querrá volver a besarle, porque no hay nada que ame más que esa sonrisa.
Abre los ojos, espira, se aproxima y se tumba a su lado.
-Cariño…
Él se gira y la mira. Sus ojos verdes examinan los marrones que tiene delante, tristes, con cierta brillantez. Se siente culpable, odia que esté mal, odia que sea por su culpa.
-Lo siento…-susurra muy cerca de su oído. Quiere ver esa sonrisa que tanto le encanta, que hizo que se enamorase de ella.
-Yo también lo siento, odio pelearme contigo, odio que estemos enfadados…
Y ambos sonríen, una vez más están de acuerdo. Qué extraño, piensan los dos a la vez con cierta ironía, y al ver sus parecidas muecas ambos vuelven a sonreír. Son tan parecidos… Y les encanta. Se besan. No un beso cualquiera, sino uno de esos que lo dicen todo, que parece decir te amo a gritos.
-Pronto haremos siete meses-susurra él después de besar su frente-los más felices de mi vida.
Ella sonríe y él besa su sonrisa. Se abrazan un poco más fuerte, quieren estar lo más cerca posible.
-¿Sabes? El siete es el número de la suerte-dice ella.
-¿Ah sí? Pues no lo sabía, la verdad…-responde él, intrigado.
-Pues sí, te lo decía a modo de ‘quizás este mes sea nuestro mes, el mejor de todos’. Pero rectifico, sé que va a ser tan especial como los 6 anteriores, y ¿sabes por qué lo sé? Porque la verdadera suerte la conocí aquel 18 de febrero, porque no hay mayor suerte que haberte encontrado.
Él sonríe, cómo no hacerlo. La ama, ama cada una de sus palabras, cada centímetro de su cuerpo, y sabe que todo eso es más que recíproco. Son felices, se aman, no pueden pedir nada más.


‘Nada de lágrimas dispares, cariño. Solo un tipo de lágrimas: De felicidad, de auténtica felicidad. Y como cada día, cada capítulo, cada mes… El mismo final, con el mismo significado y un poco más fuerte a cada segundo que pasa: Te amo.’

sábado, 25 de agosto de 2012

Mi vida,



‘No sé cómo hacer para que de mi lado tú nunca te vayas, si teniéndote en mi vida para todo tengo agallas.’

No sé si ésta podría llamarse ‘nuestra canción’, pero realmente no es lo que más me importa en este momento. Lo que realmente me importa es hoy, un día más. Y no uno cualquiera, un día más juntos, un día más enamorados. Me importa tu felicidad, la mía, la cual compartimos desde hace algo más de medio año… Me importa mantenerla viva, mantener esa débil llama que parece totalmente indestructible cuando me abrazas. Felicidad… Jamás la había sentido tan cerca, tan real. No digo que todo vaya a ser fácil, pero sí puedo decirte que va a merecer la pena y que de hecho ya la está mereciendo. Habrá muchas cosas en la vida por las que merezca luchar, pero jamás había sentido que algo mereciese tanto la pena. Porque que haya alguien dispuesto a todo por ti, alguien que desee compartirlo todo contigo… Eso es algo excepcional, algo impagable, algo que sé que ninguno de los dos cambiaría por nada del mundo. Y hay algo aún más excepcional, algo que yo estoy deseando hacer y sé que a ti te encantará que haga. Y ese algo es que te des la vuelta, me enseñes esa sonrisa de la cual me enamoré y me dejes besarte para después susurrarte lo muchísimo que te quiero.

viernes, 17 de agosto de 2012

Capítulo 6

Una historia puede hablar de muchas cosas. Puede narrar la vida de uno o varios personajes, puede hablar simplemente de sucesos, incluso puede ser mera descripción… Pero hay algo que toda historia que se precie posee: una situación inicial, un nudo y un desenlace. Estos tres componentes pueden distribuirse de maneras muy diferentes e incluso pueden confundirse, esconderse y excepcionalmente desaparecer…
Esta historia tiene una situación inicial y un nudo confundibles. Ambos se han entremezclado de tal forma que casi parece imposible poderles distinguir, por lo que llamemos a este bucle de acciones ‘relación’. Pues bien, esta relación no comenzó de la mejor forma posible, comenzó con un problema que ha sido arrastrado durante todo el nudo, durante toda la relación… Éste problema es la ignorancia. No la de los protagonistas, por supuesto. Me refiero a la ignorancia de los personajes secundarios, de los antagonistas, e incluso de los pasantes que no conocen apenas a los protagonistas. Con ignorancia me refiero al desconocimiento de cómo son los personajes realmente tanto solos como juntos, pero sobre todo me refiero a que nadie llega a imaginar (o quizás creer) cuantísimo se quieren. No tienen ni idea de que cada uno de ellos se desvive por hacer feliz al otro. No saben que serían capaces de compartirlo todo, de dar lo que fuese por la otra persona… Y aún así, aun sin saberlo, hacen daño. Nadie quiere entenderles, parece ser algo que no agrada, que no se entiende, que quiere separarse, destruirse para que nunca jamás pueda volver a juntarse. Pero hay una cosa muy importante, algo que los protagonistas poseen y el resto de personajes desconocen: están juntos, son fuertes y eso les hace capaces de superar todas las adversidades. Pero centrémonos en los protagonistas, no le demos a otros la importancia que no merecen.
Nuestros protagonistas han aprendido mucho a lo largo de estos capítulos. Se han conocido en profundidad, sobre todo. Lo han aprendido todo sobre la vida del otro, los momentos más felices y los más oscuros. Han aprendido a perdonarse, a tener paciencia. A saber cuando la otra persona necesita un abrazo sin que tenga que pedirlo, a decir lo que realmente uno piensa, a no guardarse nada… Han aprendido a apoyarse en los peores momentos y en las decisiones importantes. Se han acostumbrado a echarse de menos, a quererse besar constantemente, a desearse a menos de un centímetro de distancia. Han aprendido que es posible que no sean las dos mitades de una naranja, pero que jamás encontrarán a alguien que pueda entenderles tan bien como el otro. Han aprendido a amarse tal y como son, con todos los defectos, con todas las imperfecciones, enamorándose así de todos y cada uno de los lunares del otro. Y lo más importante, lo que todo el mundo quiere, a lo que todo el mundo aspira: Han aprendido a ser felices juntos. Con los días de plena felicidad, con los de dudas y celos. Con los días de necesitarse desesperadamente y los días de querer estar solo. Con los de comerse a besos, los de desearse como dos locos. Y son felices, felices como pocos. Felices pese a los problemas, pese a los personajes secundarios, felices pese a todas y cada una de las adversidades. Al final de éste capítulo, del número seis, los protagonistas se han prometido una cosa. Si han de separarse será por decisión de uno o de ambos, pero no piensan dejar que nadie se interponga en su camino.
La historia continúa, aun no ha llegado a su desenlace. Éste se desconoce, no hay prisa por conocerle. Aun quedan muchas cosas por vivir, las mejores sin duda. ¿Es seguro que puedan vivirlas? Por supuesto que no, nada es seguro en la vida. La pregunta es, ¿qué lo impide? Ellos se aman, desean estar juntos, son felices caminando de la mano por la vida. Todo se verá en el siguiente capítulo, nada está asegurado. Lo que sí puedo aseguraros es que yo conozco muy bien a uno de los personajes principales, a la protagonista, a la enamorada de esta historia. Sé cuánto le quiere, sé lo enamorada que está de él. Sé lo muchísimo que adora su sonrisa, lo mucho que le encanta su forma de ser y cuánto echa de menos sus labios cuando no están rozando su piel. Por eso mismo, porque la conozco tan bien, estoy totalmente convencida de una cosa. Se escribirá un capítulo más, un número 7, y al final de él habrá las mismas dos palabras que jamás faltan en cada capítulo, las mismas que siempre le susurra al oído: Te amo.



martes, 17 de julio de 2012

Capítulo 5

“Se me hace extraño confiarte mis palabras y mi corazón cuando estás tan lejos de mi. Lo que realmente me gustaría sería abrazarte y ver tu sonrisa, susurrarte un felicidades al oído y esperar a que sonrías para decirte cientos de ‘te quiero’. Pero eso no es posible, y me conformo con saber que después de leer esto sonreirás. No puedo decirte mucho más que un te echo de menos o un me haces feliz, y que el sábado pienso abrazarte, ahogarte a besos y repetirte un millón de veces las últimas dos palabras en cursiva del texto…”

Caminamos por la playa prácticamente a tientas, orientándonos solamente por la luz que nos proporciona el reflejo de la luna, dejándonos llevar únicamente por el suave tacto de nuestras manos. Llegamos a ningún lugar en especial y nos sentamos. Permanecemos en silencio acariciando la mano del otro, reflexionando sobre la pequeña sensación de felicidad que ese simple hecho nos proporciona. No parece que la noche vaya a ser especial, aunque figurará en ese grupo en cierta forma porque la hemos pasado juntos… Pero de pronto algo hace cambiar eso. Uno de los dos comienza a hablar de sus miedos, de sus inseguridades, y el otro no puede hacer más que escuchar y compartir las suyas. Ambos sentimos la unión, lo sé. Hablamos sin miedo, sin enmascarar las palabras, con la voz temblorosa pero las ideas firmes. Nos sentimos afortunados en cierta forma por poder contar con alguien que nos entienda tan bien, alguien con quien no necesitas ocultar parte de tu verdad. Desnudamos nuestro corazón dado este punto, sabiendo que está desprotegido, que puede ser fácilmente dañado. Y no nos importa, no hay miedo. Nos abrazamos, nuestros corazones se abrazan. Nos protegemos del frio, del dolor. Posas tus labios sobre mi frente. Te amo, susurras. Sonrío en la oscuridad, y sé que tú también aunque apenas puedo distinguir tus facciones.
Abrazados y enamorados, así seguimos largo rato. Hablando de locuras, de lo felices que somos al lado del otro. Cuánto me ha costado encontrar a alguien como tú, jamás había confiado de ésta forma, me haces sentir especial, si te hago sentir así es porque lo eres… Hablamos de soñar, de qué haremos cuando seamos adultos. Hablamos de viajar juntos si se nos presenta la oportunidad. De ir a Londres porque sabes que me encanta, de visitar Jordania porque sé que te mueres por conocerlo… Y viajando de punta a punta del globo terminamos en Italia. Hablamos de cometer una locura y sellar nuestro amor con un candado. ‘No sé...-te digo yo, poco convencida-eso es algo que dura para siempre.’ ‘Lo sé-respondes tú firmemente-pero en ese momento no mentiríamos. Sé que simboliza amor eterno pero si fuésemos allí sería especial igualmente, querría decir que en ese momento nos amamos de verdad.’ No sé como lo haces, pero una vez más me has convencido. Pienso en la idea de hacerlo y sé que lo haría, que lo realmente importante sería amarse en tal momento y sé que así sería.
De pronto recuerdo lo que llevo esa noche colgado del cuello, un colgante con el símbolo de la paz y un pequeño detalle prendido de él. Un corazón con cerradura, ni más ni menos, y su correspondiente llave. No necesito pensarlo, sé lo que quiero hacer con él. Entiendo lo que acaba de decirme, ahora entiendo que tenía razón. Me quito el colgante ante su atenta mirada y separo la llave y el corazón de él. ‘Lo compré en Dublín hace algo más de un año-le explico-y jamás llegue a imaginar que estaría en manos ajenas. Pero aquí me tienes, decidida a entregártelo. Toma, sé que es algo exagerado, pero aquí tienes mi corazón y su llave. Te lo entrego como símbolo, porque poseías tales cosas desde hace tiempo. Cuídalos muy bien, son extremadamente frágiles’. ‘¿Estás segura de esto?-me preguntas tú, sorprendido por el gesto-¿No te arrepentirás?’ ‘No tengo nada de qué arrepentirme-te susurro-ahora mismo estoy segura de que te pertenece, quiere decir que en este momento te amo de verdad… Como nunca había amado a nadie.’
Sonríes y me besas. Y todo sigue así, con una lucha de sonrisas que siempre parece quedar en empate, con caricias que no quieren tener final y con besos que no se cansan de aparecer, con una hoja más escrita de éste libro del cual desconocemos el final y deseando poder escribir un te amo al final del siguiente capítulo.



viernes, 6 de julio de 2012

Time to dream

Te cuesta encapricharte con alguien, qué bien se está solo. No rindes cuentas a nadie, no pueden reprocharte nada, puedes romper todos los corazones que quieras… ‘No estoy atado’ es tu respuesta para todo, jamás te prometí amor ni cariño. Sabes lo que quieres, lo buscas y siempre lo encuentras. Y entre rollo y rollo, entre cubata y bajada de pantalones, entre beso y despedida la encuentras a ella. No te resulta especial a primera vista. Otra más, te dices. Otra con la que jugar, a la que mentir y más tarde dejar. Y te sorprendes, ella no es como el resto, tiene un atractivo extra. Te comprende, no necesitas explicarle nada. Te encanta escucharla, te encanta el tono de su voz. Te encanta hacerla reír y verla sonreír cuando dices alguna palabra bonita. Te sorprendes planteándote algo más, ella no es un juego, quieres hacerla sentir como ella te hace sentir a ti. Te sorprende aún más que ella acepte, que sonría y te bese la mejilla mientras dice ‘claro que quiero’. Cómo puede ser tan perfecta y no verlo, piensas. Te enamoras. Te resistes a la idea, pero finalmente lo haces. A partir de ahí tu felicidad depende de la suya y dejas de ser para ser nosotros. Pasáis noches de pasión, tardes interminables llenas de caricias, despertares de peleas y comidas de reconciliación. Hay cosas malas pero no importa, lo bueno compensa de lejos lo malo. Te planteas locuras, te planteas pasarte la vida entera a su lado. Una noche le susurras un siempre seguido de un te amo, y te das cuenta de que nada volverá a ser igual. Has cambiado, lo quieres todo con ella y crees que es posible que ese todo ocurra. El amor es capaz de cambiarlo, de superar todas las adversidades. Y eso no es lo más especial, claro que no. Lo más especial es que ella se siente exactamente igual que tú. Que te susurraría una y mil veces un para siempre, que por otro lado sabe que seguramente no se cumplirá. Pero no importa, somos jóvenes, no es momento de pensar. Es momento de vivir, de dejarse llevar. Es hora de ser feliz. Es hora de soñar.


lunes, 25 de junio de 2012

El cambio es parte de la vida


La vida es cambio, es cometer errores, es despertarse a veces con lágrimas y acostarse con una sonrisa. Es descubrir poco a poco quien eres en realidad, no quien la gente desea que seas. No importa de qué forma lo conseguiste, como llegaste a ser de tal forma. Siéntete feliz de haberte  encontrado, de haberte dado cuenta de cómo eres, de cómo eres realmente. Puedes ser mejor o peor persona, puedes gustar más o menos, pero lo único necesario es que te gustes a ti mismo. Siempre se ha dicho que el objetivo de la vida es que te quieran, y nadie te querrá realmente si primero no te quieres a ti mismo. Y aunque no encuentres amor, ¿acaso es imprescindible? La felicidad no es solo eso. Es conseguir hacer realidad tus sueños, tus aspiraciones. Es hacer paracaidismo porque te encanta que la adrenalina recorra tu cuerpo, es viajar a cualquier país de África y ayudar por el mero placer de hacerlo, de ver una sonrisa en quien nunca ha tenido la oportunidad de tenerla. Es viajar por todo el mundo, llegar a tener un trabajo que realmente te apasione. Y sí, porque no, enamorarse de alguien que te quiera de la misma forma, que te haga feliz, que no te haga daño. Pero solo al final, solo cuando has logrado lo anterior, cuando te quieres a ti mismo de verdad. Solo entonces, solo cuando te puedes mirar al espejo y pensar me gusto, es cuando puedes enamorarte y decir te amo de verdad.


domingo, 3 de junio de 2012

Capítulo 4

Giro la llave en la cerradura, se abre la puerta y mi sonrisa sigue siendo la misma. Amplia, luminosa, pero sobre todo verdadera. En el recibidor me espera mi madre con cierta cara de preocupación, pero se disipa rápidamente al ver la exagerada curvatura de mis labios. Sé que me pregunta algo y sé que contesto, pero lo cierto es que no tengo ni idea de lo que digo. Estoy flotando, no soy totalmente dueña de mis actos. Sé que camino, sé que acaricio a mi gato al pasar por el salón, sé que subo las escaleras sin tropezarme, pero no soy consciente de nada de ello. Solo soy consciente de que sonrío, por auténticas ganas. Soy feliz y no tengo ganas de pensar en nada, en nada que no sea él. Entro en mi habitación, cierro la puerta y me tumbo sobre la cama. Aun huele a él. Es un olor suave pero fácil de percibir. Huele a sonrisas, a caricias en la espalda. Me acurruco encima de la cama y dejo que su olor me absorba, como si fuese él mismo quien me abraza, como si volviese a vivir lo acontecido hace unas horas…

Giro la llave en la cerradura, se abre la puerta y mi sonrisa sigue siendo la misma. Tengo ganas de reír, de felicidad y nerviosismo, esto que estoy haciendo está totalmente prohibido, pero en cierta forma ya no me importa. No lo pienso apenas, solo disfruto. Atravesamos la casa de puntillas intentando hacer el menor ruido posible, pero cuanto más lo intentamos más parece sonar el suelo. Ambos sonreímos a la vez en la oscuridad, sin poder vernos, cómplices. Entramos en mi habitación, cierro la puerta con extrema delicadeza y ambos nos tumbamos sobre la cama. A partir de ese momento todo se vuelve borroso. Un bucle de imágenes que se entremezclan, que parecen hacerse nítidas cada vez que separamos nuestros labios para tomar aire. Pero, por una vez en mi vida, no quiero sentir esa nitidez. Lo único que veo con claridad son sus ojos verdes, que parecen enamorarme aún más gracias al pequeño hilo de luz que entra por la ventana, dándoles un aire realmente misterioso. Nos perdemos en el cuerpo del otro. Nos volvemos expertos en acariciarnos y besar cada centímetro de piel. Nos sonreímos, de pura felicidad, de éxtasis, de amor. Dejo de ser consciente, dejo de evitar algo que estoy deseando que ocurra. Solo quiero sentir que soy suya, que estoy segura en sus brazos. Que cada caricia es un ‘siempre’, que cada beso es un ‘mi amor’.
Me despierta la luz del amanecer y un sueño que luego resulta ser realidad. Él sigue a mi lado, rodeándome con sus brazos. Me inclino para besarle, para ser yo quien le de los buenos días, pero compruebo que él ya está despierto. Nuestros labios se encuentran. Sin mediar palabra, sin pensarlo, sin explicación, por pura e imperiosa necesidad de estar unidos, y con la misma sincronización con la que se unieron se separan. ‘Te amo’ susurramos al unísono, y como respuesta ambos nos sonreímos. ‘Creo que sería capaz de pasarme toda la vida aquí, entre tus brazos’ susurro contra su pecho. No tengo nada de qué avergonzarme, sé que él siente lo mismo que yo. ‘Me siento realmente cómoda, y segura… Siento que me proteges, que mientras me abrazas nada malo va a pasarme’. ‘Y tienes toda la razón del mundo-contesta él con la voz más dulce que he escuchado nunca-mientras yo esté aquí y pueda impedirlo no te pasará nada malo. No cuando eres lo más importante que tengo, no cuando te necesito para sonreír, no cuando eres mi pequeña…’ Sonrío, no puedo evitarlo, estoy enamorada. ‘Me encanta que me llames pequeña, me hace tan feliz…’ Posa sus manos sobre mis mejillas, se inclina para besarme la frente y luego susurra ‘mi vida, a mi lo único que me encanta y me hace realmente feliz es tenerte a mi lado’.
Le amo. Sé que quiero estar con él todo lo que me sea posible. Sé que me encanta estar entre sus brazos, que me encantan sus ojos verdes, que daría lo que fuese por verle sonreír. No sé qué sucederá mañana, solo sé qué es lo que quiero que suceda. Solo sé que ahora mismo ésta es la definición de 'buenos días' que quiero para el resto de mi vida.


miércoles, 30 de mayo de 2012

Under the skin

Amar dejó de ser bello para mí hace ya mucho tiempo, tanto que he comenzado a perder la cuenta. Pasó de hacerme volar a arrojarme al vacio, de acariciar mi piel a ensañarse con ella, a fustigarla, a morderla y arañarla. Pasó, en definitiva, de ser amor a dolor. Un declive inevitable, supongo. Una de esas clausulas que vienen en letra pequeña en el contrato del amor. Si quieres, duele. Si amas, sufres.
Una de las mayores impotencias que existe es amar a quien no merece ser amado, a quien no ha hecho méritos para merecer tu corazón. A quien simplemente te lo ha robado y encima luego lo ha pisoteado, rasgado y aplastado, reduciéndolo a la más pequeña de las motas de polvo. Mi problema es sencillo: Esto no siempre fue así. Hace tiempo, mucho tiempo, yo volé. Viví las caricias, ignoré la letra pequeña, amé y fui amada… Pero todo cambió. Aún no estoy totalmente segura de cómo llegó a suceder, pero sus sentimientos cambiaron. Dejé de reconocerle. Dejé de ver el brillo en sus ojos azules, esa chispa de luz en su mirada que parecía encenderse cada vez que su mano rozaba la mía… Todo aquello es historia, es pasado, es esa mota de polvo que conservo en lo más hondo de mi ser.
Olvidar el amor no es posible, no se nos creó con tal objetivo. Se nos creó para producir esa reacción química que es el amor, complicada y adictiva, pero sobre todo destructiva. Sigo tachando los días, sigo esperando a ese olvido que jamás llega, sigo mirando las estrellas en busca de un destello como aquel, aunque jamás le encuentro. Y aún así, no hay mañana en la que abra los ojos y no me pregunte: ¿cómo olvidar algo que se te ha metido en la piel? 


jueves, 17 de mayo de 2012

Valorando la vida

La vida es un ciclo sin salida. Puede que varíen de una persona a otra los pasos intermedios, pero jamás podremos cambiar el primero o el último.
La muerte llega inevitablemente, de formas diferentes, de improviso o a conciencia, dolorosa o indolora, incluso feliz o triste… Pero siempre llega. Nos obligamos a vivir sin pensar en ella, creyendo en el fondo de nuestra cabeza que seremos la excepción, que no llegará para nosotros… Pero llega y nos fulmina. La muerte es dura para aquel que abandona, para el que va a ninguna parte, para el que vuela a los cielos o para el que viaja como un errante por la Tierra, pero lo es aún más para los que se quedan. La muerte deja un vacío, uno que es imposible rellenar. Un boquete en el corazón que acompañará a quien lo tiene el resto de su vida.
La vida es frágil. Es un fénix que no renace de sus cenizas, una pluma que vuela pero jamás regresa. Hay diferentes formas de vivir una vida, cada persona es responsable de decidir su camino. Cada uno decide como disfrutarla, aprovecharla, sufrirla o llorarla. Es una decisión individual, pero hay una regla de oro: Jamás abandones, jamás dejes de luchar. Haz lo mejor para ti, para ella. Cuídala, cuídate. Piensa en ti, en qué sucedería con aquellos a los que quieres si te ocurre algo. Piensa en la sonrisa de los que te hacen bien y olvida a aquellos que solo maltratan tu corazón. Lucha por quien quieres, por lo que quieres, pero sobre todo lucha por ti. Todo el mundo merece ser perdonado, pero la muerte no da segundas oportunidades.

sábado, 12 de mayo de 2012

Eighteen

Estoy sentada en el suelo de mi habitación, acompañada solo de mis cuatro paredes, con las rodillas dobladas y mis brazos rodeándolas. Miro al suelo, al techo, a las paredes, y siento que nada es protector, familiar… La habitación está prácticamente oscura, solo un pequeño hilo de luz se cuela entre las persianas. Hay unos 25ºC en la calle y yo no paro de tiritar, pero aún así no me tapo, agradezco que el frío me haga daño. No paro de pensar en él, en todo lo que le quiero. En los momentos que hemos pasado, en cada beso, cada caricia, cada abrazo… Me siento realmente estúpida. Egoísta, imbécil y un montón de improperios más que aun así se quedarían cortos. Lo tenía absolutamente todo, no me faltaba nada. Tenía a la persona que quería, tenía la felicidad más plena, tenía días y noches de palabras bonitas, tenía verdades… Y lo he maltratado todo. Lo he roto, ensuciado y retorcido hasta reducirlo a cenizas. Pero aún no es polvo, aún no ha volado. Quizás llegaría a hacerlo con el tiempo, pero no pienso permitirlo. Yo ya no tengo mis alas, las he perdido por no pensar en las consecuencias de mis actos, pero aún tengo otras y sé muy bien qué hacer con ellas. Te las regalo a ti, mi amor. A ti que las mereces más que nadie. A ti, a quien quiero, a quien deseo la más plena de las sonrisas.
De poco sirven las palabras y las promesas, no cuando no mereces confianza. No se puede cambiar el pasado, pero si se puede compensar el futuro. Si se puede estar seguro de querer con todo tu corazón y de hacer cualquier cosa por volver a sentir aquella felicidad. Mientras tanto, mientras tu corazón sangra y el mío se estremece, solo espero al tiempo. Al tiempo, al perdón y al amor, al de verdad. Pero necesito pedir una cosa, una última cosa antes de taparme para evitar que este extraño frío me consuma por dentro. Necesito pedirte que te quedes a mi lado.


martes, 24 de abril de 2012

Simbiosis

Era un pequeño corazón, uno muy frágil, extremadamente fácil de romper. Funcionaba con un simple mecanismo de activación, y con otro aún más sencillo de avería.
Que deciros sobre el primero. Creo que es el más conocido, el menos utilizado y… el más mortal. Consiste en conectar tu corazón a otro de forma que tus dos aurículas y tus dos ventrículos latan con el fin de mantener con vida al otro corazón, pretendiendo obtener exactamente lo mismo del otro miembro. Una especie de asociación simbiótica, se podría decir. ¿Qué ocurrió? Muy sencillo, uno de los corazones fue desconectado y decidió funcionar por sí mismo, de modo que nuestro pequeño corazón se quedó solo y sin fuerzas para continuar con sus latidos. Y es precisamente en éste punto cuando entramos en el segundo punto, la avería, donde también se pueden apreciar varios grados de gravedad. Algunos se resuelven con una simple reparación de conexiones, quizás unas cuantas medicinas, drogas…
Pero ninguna de estas soluciones curaba a nuestro pequeño corazón, que tenía cada vez menos energía y aún menos ganas de continuar latiendo. En la sala de espera de un hospital cualquiera solo se oían sus latidos, a veces frenéticos, otras prácticamente inaudibles. Bum, bum. A su alrededor sienten cierta pena por él, todos comparten la misma opinión: Está a punto de morir.
Le propusieron un corazón nuevo, uno compatible con su tipo de sangre. Uno con quien rápidamente entablo amistad  y que le propuso dicha unión. El candidato estaba más que dispuesto, pero nuestro pequeño corazón le rechazó. Bum, bum. El sonido era cada vez menos audible.
El médico no entendía su decisión, él se limitó a contestarle en voz baja, casi tan baja como el latido de su corazón. “Nunca jamás me conectaré a otro,  nunca jamás volveré a amar. Y podría ¿sabes? Porque fui creado para ello, pero haciéndolo renegaría de todo lo que he sentido a su lado, y me niego. Le amaré siempre, aunque él ya no esté. Aunque muera solo y cada latido sea un tormento. ¿Y sabes por qué? Porque estoy convencido de que no hay mayor felicidad que aquella que sentí a su lado”.
Finalmente, la sala se quedó en completo silencio.


domingo, 8 de abril de 2012

Fumarse la vida

Putos cigarros-piensa mientras tantea dentro de la cómoda en busca de la cajetilla-cuanto más mono tengo más parecen esconderse.
Aun es pronto, las 8 de la mañana de un domingo tan aburrido y oscuro como otro cualquiera, y se dirige al balcón mientras va sorteando el hilo de ropa que va desde la puerta de entrada hasta la de su habitación. Nada más abrir la puerta un escalofrío recorre todo su cuerpo, había olvidado que estaba en ropa interior. Pero ni siquiera le da importancia, sale y disfruta encendiéndose su cigarro mientras el vello de todo su cuerpo manifiesta el brusco cambio de temperatura. La luna ya ha desaparecido y es de día, pero el domingo se presenta bastante apagado y lúgubre, en cierta forma como su propia vida. La cabeza le da vueltas, anoche se pasó bastante con la dosis de alcohol. Intenta hacer un pequeño ejercicio de memoria: Qué bebió, con quien estuvo, si hubo algún acontecimiento destacable… Y se detiene. No, sabe que no encontrará nada diferente al resto de sábados. Como siempre, bebió mucho más de lo que debía. Como siempre, bailó como una loca y tuvo más que palabras con también más de un hombre. Y, como siempre, sabe que en su cama hay alguien desnudo y roncando de quien apenas puede recordar su nombre. Su vida está vacía, se basa en intentar olvidar sus penas jugando con hombres. Una especie de venganza, piensa ella para justificarse, por todo el daño que los hombres la han hecho a lo largo de su vida.
Inmediatamente, siente un escalofrío recorrer su columna y las imágenes inundan su mente. Ayer tenía pensado volver a casa sola, pero algo sucedió en el último bar. Le vio, el protagonista de sus pesadillas. El responsable de su dolor, venganza y sufrimiento. La reacción lógica y sensata hubiera sido ignorar su presencia y abandonar el bar, pero ella nunca fue ninguna de esas dos cosas. Le observó durante un rato, poniendo especial atención a sus ojos. No habían cambiado, al igual que él tampoco parecía haberlo hecho. Allí estaba, cubata en mano izquierda, rubia deslumbrante en mano derecha. Nada que pareciera sorprenderla, por supuesto, por lo que tampoco lo hizo su reacción. Se le encogió el estómago, esa extraña sensación de celos invadió por completo su organismo cual morfina. Aún le amaba. Qué tontería, y que tonta era por haber permanecido en aquel lugar. Un hombre irrumpió sus pensamientos para invitarla a una copa. Ambos sabían que no iba a rechazar, ella tenía cara de necesitarlo. Poco tiempo tardaron en pasar del ron cola a la cama, quería olvidarlo todo por una noche. Otra más que lo intentaba, y otra más que por supuesto fracasaba.
Enciende otro cigarro cuando la puerta del balcón se abre. Aparece Carlos, nombre que acaba de recordar, para despedirse y darle su número. Carlos no lo sabe, pero ella no tiene ninguna intención de llamarle. Encontrará a otro, otro con el que intentar ahogar sus penas. Intentarlo, porque jamás lo consigue. Siempre va a tener sus ojos metidos en la mente, es algo a lo que se ha resignado ya. Él es especial, más de lo que cualquiera de sus rollos de una noche puede llegar a intuir. Le dio todo, lo que pidió y lo que no, y él a cambio la engañó.  Volvió a pedirla perdón y ella le perdonó incontables veces, y él siempre desaprovechaba segundas oportunidades. Irónico en cierta forma, y muy injusto. Por él lo perdió todo, se perdió incluso a sí misma. Ya no le queda nada, está totalmente sola. El amor es una mierda-piensa-yo era mucho más feliz antes de conocerle. Y es cierto, él hizo que se consumiera poco a poco, exactamente igual que su cigarro.
Ve a Carlos alejarse de su edificio y a la vez de su vida, y da una larga calada para no poder ver nada más que el humo. Piensa en prometerse que cambiará de vida, pero se ríe ante la sola idea. Sabe que no lo cumplirá, como no lo ha hecho en cientos de ocasiones anteriores. Sabe que seguirá siendo la misma, viviendo la misma mierda. Con los mismos vicios, las mismas obsesiones y el mismo gato persa haciéndola compañía. Es su vida y normalmente la odia, pero los pocos minutos de anoche en aquel bar fue un poco más feliz. Sabe lo que quiere hacer, sabe a quién acudir. Sabe lo que pasará, como pasará y cuando pasará. Alcanza su móvil y marca el único número a parte del suyo que se sabe de memoria.
Quiero verte-dice casi en un susurro-ahora. Ni siquiera hay respuesta, sabe que en pocos minutos sonará el timbre. Ni siquiera piensa en cambiarse, es él. El dueño de esos ojos que la tienen loca, de esa sonrisa que no puede olvidar. ¿Que si sabe que es estúpida? Lo sabe, pero está enamorada, por lo que es prácticamente un sinónimo de diccionario. Ya se arrepentirá cuando él se vaya, esté sola de nuevo y lo único que pueda sentir es su inconfundible olor llenando su cama.
Llaman al timbre, ella se incorpora para abrir la puerta. Se acerca y gira el picaporte, encontrándose al otro lado con dos ojos felinos. Hay deseo y amor, una mezcla más peligrosa que la pólvora. Explosionan con un feroz beso, seguido de una rápida carrera hacia el dormitorio. Y así son todos y cada uno de los domingos de su vida, seguramente el momento más feliz de toda la semana. Un momento de sentir, de dejar los pensamientos a un lado. De gritar de placer y de olvidar las dolencias del corazón. Un momento en el que, sin temor a sentirse incómoda o rechazada, puede susurrarle al oído cuando le ama.


viernes, 30 de marzo de 2012

Forget the pain

Llega un día, uno cualquiera, y sucede. Un día en el que aquello que te parecía imposible de desaparecer lo hace. En el que no está en tú vida, ni en tu cabeza. En el que dejas de fingir, en el que sonríes porque tienes ganas de verdad. Y eso ocurre, más tarde o más temprano, pero ocurre…

Solía soñar contigo, ¿sabes? Todas y cada una de las noches, antes de que el sueño venciera la partida, pensaba en todo lo que habíamos vivido. Me llamaba idiota a mí misma por seguir pensando en ti. Me reprochaba cada pensamiento, cada sonrisa, cada lágrima... Intentaba imponerme distracciones para evitar la rutina, algo tan sencillo como tener siempre algo que hacer, reír aunque no me apeteciera, ser lo más sociable posible incluso cuando solo tenía ganas de encerrarme en mi habitación y sentirme la persona más desdichada del mundo... Pero con el tiempo, y después de decidir dejar mis pensamientos a un lado, descubrí que se vive mucho mejor en una parte de la cabeza concreta. La zona de los impulsos, de las ilusiones, de las nuevas esperanzas, de los deseos más secretos y de los planes por hacer. Por todo esto, es ahí donde vivo ahora. Sin tantas preocupaciones, sin problemas, y con nuevas sonrisas por estrenar.
Es gracioso pensar cómo han cambiado las cosas desde que soy así. Ya no vivo aquellos días negros, ya no me duele recordar cosas, es más, ya ni siquiera me importa. Y lo más importante, tú. Tú ya no estás en mi vida. Y a decir verdad, ya no te necesito en ella.

sábado, 24 de marzo de 2012

Live the present

Querida yo futura,
Te escribo esta carta con una sonrisa en los labios. Tú me conoces, sabes cuánto he buscado. He probado e investigado tantas veces como cicatrices tiene mi corazón, pero nunca llegaba a encontrarlo. Me sentía atrapada, aquellas alas que tú me enseñaste en alguna ocasión habían desaparecido. Querida, tú sabes lo que quiero. Tú me conoces mejor que nadie. Y quita esa mueca, que sé perfectamente que cara estás poniendo. Es genial, no me importa lo que tú creas. Me hace sentir viva de nuevo, me ha devuelto las alas. Si le dieras una mínima oportunidad te encantaría tanto como a mí. ¿Y sabes? Tiene la sonrisa más bonita que he visto.
Se cuanto te preocupas por mí, pero te prometo que estaré bien. Bueno no, no puedo prometerte eso, vas a tener que confiar en mí por ésta vez. Es cierto que no te he dado demasiadas razones para hacerlo, pero ahora parece todo tan fácil…
Ya echaremos cuentas tú y yo, y te darás cuenta de que no tenías de qué preocuparte. Y ya sabes lo fuerte que soy, mi corazón lo ha aguantado todo. Él le cuidará, estoy más que segura. Nos vemos muy pronto, me muero por que veas mi sonrisa. Sé que te va a encantar.
Con cariño,
Yo presente.

lunes, 19 de marzo de 2012

Fuck ∞

Yo era una soñadora. Creía en el amor eterno, en darlo todo por la persona a la que amo. En desear solamente a una persona el resto de tu vida, en querer la felicidad de esa persona por encima de la mía. Pero nunca llegó a funcionarme del todo. Será la edad, pensaba. Quizás aún no estoy preparada para amar con todo el sentido de dicha palabra. Pero aún me pregunto, ¿merece realmente la pena amar? ¿Y qué hay del famoso siempre? ¿Por qué tendemos a usarle tanto? Si tenemos la suerte de encontrar una persona por la que realmente sentimos algo especial, ¿no es más lógico aprovecharla al máximo? Amarla todos los días que pases a su lado, disfrutar cada minuto con ella…
No preocuparse por lo que ocurrirá, preocuparse por lo que ocurre. Por las caricias de ahora y no por los besos de mañana. Di te quiero cuando lo sientas de verdad, porque es lo que esa persona se merece. Y nada de siempre estaremos juntos ni de infinitos de los que no estamos seguros. Hablar de lo que sentimos hasta en el tuétano de los huesos, de lo que nos sale del corazón. No más mentiras ni promesas que jamás se cumplen. Si me dices que me quieres, dímelo porque lo haces de verdad. Porque te gusta verme sonreír y porque te encantan mis pequeñas virtudes y mis innumerables defectos. Porque te hago feliz aunque nunca me lo hayas pedido y porque quieres besarme cada vez que tengas la oportunidad. No me digas que me querrás siempre, dime que me quieres hoy. Aquí y ahora.


lunes, 5 de marzo de 2012

Summer romance

Para un pueblo como el mío, éste está siendo uno de los veranos más calurosos que recuerdo. Las clases terminaron hace poco más de un mes y la gente pasa los días enteros en la piscina, otros en la playa… Pero yo prefiero malgastar mis días de otra forma, y digo malgastar porque nadie acaba de entender mi amor por la pintura. Hoy técnicamente no es un día diferente al resto, pero hay algo dentro de mí que susurra “sí, hoy es el día”… Cuánto odio esa voz interior.
Me apresuro a guardar los pinceles y demás instrumental en mi bolso y salgo por la puerta de mi pequeña y vieja casa sin prestar atención a lo que dice mi madre. Ya no tenemos demasiada comunicación, he de admitir, desde hace cosa de un verano…
Desde que mi memoria alcanza he pasado los veranos en este pueblo y a pesar de mis 16 años esto sigue sin cambiar. Cuando era más pequeña pasaba los días jugando con mis amigos de aquí, de sol a sol prácticamente… Eran buenos tiempos, no hay duda. Pero nada comparado al verano pasado. Hubo noches de descontrol, cientos de maravillosos recuerdos, muchos labios… Pero ningunos como los suyos. Él era tan… Especial.
Sin darme cuenta he llegado ya al lago del pueblo, que gracias a la hora (creo recordar que al salir de casa eran las nueve) ya no hay ni pescadores ni bañistas. Me apoyo contra el árbol de siempre y preparo el lienzo y los pinceles para plasmar la apuesta de sol que se avecina. El cielo ya empieza a ponerse de color rojizo, pero aun me quedan varios minutos antes del momento que ansío. Y, mientras contemplo como el cielo empieza a sumirse en un mar de fuego, comienzo a llorar. Hoy hace un año exacto que se fue para siempre, que me dejó tirada en este mismo árbol y arrojó todas mis ilusiones al lago. Éste lago me conoce, comparte mis lágrimas. Sé cuánto le duele, él nos vio aquel verano. Vio nuestros besos, brilló antes sus hermosas palabras, veló por nosotros, acompañó nuestras caricias… Desde que he vuelto al pueblo este verano he pasado aquí todas las puestas de sol. He contemplado una y otra vez la misma escena que contemplé aquel día, albergando la esperanza de que él aparezca y me acompañe, de que sujete el pincel junto con mi mano y ambos retratemos como el sol se pone para dejar paso a nuestros labios. Pero nunca sucede, y yo pierdo la esperanza. Me juré que volvería hoy por última vez, como última oportunidad para él y, supongo, para mí misma. Era el momento, el momento en el que yo debía deslizar mi pincel teñido de magenta sobre el lienzo. Mis dedos no respondían a órdenes de mi cerebro pero tampoco se movían a su antojo, seguían los dictados de mi corazón.
El sol desapareció en el horizonte dejando en su lugar un cielo color rosáceo que pronto se convertiría en negro y se llenaría de estrellas. Él no había venido, eso es algo que yo debía asumir. No sabía si estaba preparada para vivir sin esperanzas, pero sabía que podría vivir sin él. Me alejé lentamente de aquel árbol, prometiéndome que no volvería a acercarme nunca más por mucho que me doliese.

Y allí, bajo el cielo estrellado y bajo el árbol que les vio enamorados, yace un lienzo que poco tiene que ver con colores rojos y rosas. Yacen ellos, un día cualquiera de verano, de la mano y caminando cerca del lago. Sin preocupaciones, enamorados y felices, tal y como ella siempre les recordará. Viviendo un sueño que fue una vez, pero que nunca jamás será.

lunes, 27 de febrero de 2012

Me, myself and I.

No es fácil saber cómo son los demás de verdad, pero a veces es mejor pararse a pensar en cómo eres tú, comprendiendo quizá así un poco más al resto del mundo. Entre mis defectos está la inseguridad, el miedo. Siempre necesito darle mil vueltas a la cosas y aún así termino optando por la opción equivocada. Soy muy dura conmigo mismo, y me reprocho muchísimo todos y cada uno de mis errores. Soy celosa y extremadamente negativa, lo cual me suele arrastrar a ser muy depresiva. Por una razón que desconozco tiendo a exagerar cada uno de estos defectos, sin ver siquiera los de la gente que me rodea. Una de mis virtudes, por llamarla de alguna manera, es que soy demasiado inocente. Suelo confiar en todo lo que me dicen, lo cual me ha hecho sufrir bastante a lo largo de mi vida. Pero supongo que precisamente ser buena persona conlleva eso. Conlleva que inevitablemente lo pasarás mal. Soy muy cariñosa en algunas ocasiones y la persona más borde del mundo en muchas otras. Me encanta saber que la gente que me quiere está ahí y suelo ser de las que perdono fácil pero jamás olvido. La música condiciona mi vida y por poco que me conozcas sabes que no puedo vivir un solo día sin escuchar una canción de Rihanna. Me gusta la originalidad, aunque odio destacar sobre el resto de la gente. No soporto que me miren fijamente y soy incapaz de hablar con alguien mirándole a los ojos. No soy de las que pasa de 0 a 100 en un segundo, aunque tengo que decir que a la vez soy impulsiva y experta en improvisar en todo tipo de situaciones. Valoro muchísimo todo lo que tengo, aunque de vez en cuando me sale alguna que otra vena caprichosa. Intento cuidar a lo que más me importa de este mundo, pero siempre creo que no hago todo lo que podría. Tengo todos los objetos que te puedas imaginar de color morado y me encanta añadir cada vez más y más a mi colección. Suelen decirme que soy defensora de lo indefendible y siempre suelo dejar mi opinión muy clara. Soy muy cabezota y me fastidia enormemente reconocer que no tengo razón, aunque también soy una gran experta en lo que se refiere a pedir disculpas. Aunque, después de todo esto, tengo que admitir que tiendo a exagerar todo lo que digo…


domingo, 19 de febrero de 2012

Lo bueno no te lo puede quitar nadie

Nadie dijo que el amor fuera fácil. O espera sí, sí nos lo dijeron. Desde pequeños nos hacían creer que el amor es sencillo, que nos hace volar y sentir que podemos tocar la felicidad con la punta de los dedos. Éramos pequeños y lo creíamos, pero admitamos que cuando somos mayores seguimos teniendo la esperanza de que esto sea verdad.
El amor es una de las mejores experiencias que hay, estoy segura. Pero también estoy segura de que hacer paracaidismo es mucho más seguro que enamorarse. Al menos tienes un paracaídas que con solo tirar de una anilla te rescata de una muerte segura. Pero ¿y el amor? ¿Dónde está la anilla? No la hay, el amor es peligroso. Peligroso, complicado y extremadamente frágil. De la misma forma que vino puede irse sin que se pueda evitar. Es cierto que cuidar el amor es importante, pero en ocasiones no basta con eso y lo perdemos todo. Y duele…
El desamor, cuantos escritores han intentado hablar de él. Tantas metáforas, tantas fábulas, tantas advertencias… Y ninguna de ellas vale una mierda. Una ruptura no se puede explicar con palabras, es algo que se siente. Algo que te raja el alma, que te quita la respiración, que te consume poco a poco la vida… Pero se puede superar, porque lo bueno que tiene el desamor es que sí hay una anilla que nos rescata: el tiempo.
¿Cuál es el sentido de todo esto? Ni yo misma lo sé, el desamor es un tema que siempre se me escapa de las manos a pesar de haberlo vivido. Recuerdo cada uno de los momentos de aquellos meses de soledad. Cada noche en vela, cada recuerdo que no me abandonaba, cada sonrisa sustituida por lágrimas. También recuerdo hacerme fuerte, luchadora. Aprender a vivir mi vida de nuevo, comenzarlo todo de cero. Pero, ahora que ya hace mucho tiempo de aquel dolor, me siento orgullosa de haber aprendido una valiosa lección: Nada es para siempre. El amor nos hace madurar como personas. Cada mala experiencia nos prepara para la vida, pero ¿y las buenas? Porque aunque luego haya dolor, el amor es algo maravilloso…
No recuerdes lo malo, recuerda los buenos momentos que te hicieron feliz. Continúa tu vida, sonríe y cuando mires atrás no olvides una cosa: Te quiso y eso no te lo va a quitar nadie.


domingo, 5 de febrero de 2012

Sinceridad ante todo

Te advertiré algo, algo en lo que yo me he equivocado infinidad de veces. No es un consejo aplicable a todos, por supuesto, sigue leyendo solamente si eres idiota e ingenuo. ¿Estás listo? Allá va.
Sé egoísta. Ese es el secreto de todo, el que te llevará a la felicidad. Ni más, ni menos. Llegado este punto de mi vida me he dado cuenta de que el egoísmo no es tan malo como nos obligamos a creer. A veces hay que abusar de él, sobre todo si eres como yo. Si vives por y para los demás, si te conformas con la mitad de lo que deseas. Y además, siendo sinceros, ¿no somos un poco hipócritas al criticar el egoísmo? En realidad todos somos animales que se rigen por el deseo, no somos más que ese ello en el fondo de nuestras mentes. Y esa parte de la mente es egoísta, así como nosotros también lo somos. Y debemos aceptarlo, dejar todos esos prejuicios y tópicos atrás. Y ¿sabes? Te daré otro consejo: Lucha por lo que realmente te hace feliz. Por lo que te hace estar cómodo en tu vida, por lo que te anima a levantarte día a día de la cama.
Desde que era pequeña mi madre siempre me repetía la misma frase, una y otra vez. “Lucha por lo que quieres-decía-lucha por lo que realmente quieres”. Y ahora veo cuánta razón tenía. Nunca dejes de luchar por lo que quieres, nunca te resignes, nunca pierdas la esperanza. Nunca digas me rindo



jueves, 19 de enero de 2012

Volar

Soñé que volaba. Volaba por encima de la ciudad, de las personas.  De los coches, de los semáforos y de los insultos. De las parejas que se besan, de las madres que pasean con sus hijos. Por encima de los problemas. Y no recuerdo haber sido tan feliz jamás. Dueña de mi vida, de mis actos. Que si me hubiera apetecido irme a Londres volando, cojo y vuelo, sin pensarlo. Pero no me apetecía, solo quería volar. Sentirme como Superman antes de salvar la ciudad. Libre. Sin nadie que me prohíba, que me ordene o me someta. De pronto, al intentar atravesar una nube caigo al vacío. Me siento angustiada, un terrible dolor me atraviesa el pecho. Quiero caer ya y estamparme contra algún coche, me duele que sea la gravedad quien me controle. Antes de tocar el suelo despierto en mi cama bañada en sudor. Intento centrar la vista y entender que acaba de pasar. Era solo un sueño, uno maravilloso. Entiendo que se ha acabado, que no puedo volar. Que no podré sentir nunca esa sensación del aire golpeando mi cara, ni sentir que mis manos controlan la dirección de mi vuelo. Lo asimilo y comienzo a sollozar. Me siento como un bebé recién nacido que llora al salir del útero de su madre. Ya no tengo la protección que el sueño me proporcionaba, ahora mismo no tengo nada. Solo tengo mi vida, la dolorosa vida real. Llena de sueños no realizados y de planes que nunca se realizarán. Llena de esperanzas imposibles de hacer realidad, y de sufrimiento. Ya no puedo volar, solo caigo. Caigo al inevitable vacio que es la existencia.
Miro el reloj, sé que es hora de volver a la completa realidad. De volver a sentir como caigo desde las nubes. De sentir esa horrible presión en el pecho… Pero lo asimilo y me levanto. Me miro al espejo y veo que soy igual que siempre, la misma persona que se puso el pijama y se metió en la cama anoche. Y ahora, mientras me preparo para mi interminable día solo pienso en que éste acabe. En volver a meterme en la cama y soñar con volar, con Superman y con que tengo mi vida en mis manos. Soñar con que yo decido qué hacer con ella. Soñar con ser feliz.

martes, 10 de enero de 2012

Citas

Esta entrada es sobre frases (que no son mías) que pueden gustaros y que, al menos, yo adoro. Espero que os gusten y que además de conocerlas/usarlas os inspiren un sentimiento o algo en lo que pensar. A propósito, intenté hacer variación en las citas pero creo que no lo he conseguido del todo. No juzguéis el libro o fuente, si no lo que dice en sí misma. Seguramente se me hayan pasado unas cuantas, pero he intentado reducirlo (y eso que tampoco he obtenido un gran resultado)…
 
El corazón tiene razones que la razón desconoce. (Blaise Pascal)
 
Alguien dijo una vez que en el momento en que te paras a pensar si quieres a alguien, ya has dejado de quererle para siempre... (Carlos Ruiz Zafón)
 
-¿Sabes qué es lo mejor de los corazones rotos?
-No.
-Que solo pueden romperse una vez, lo demás serán simples rasguños. (Carlos Ruiz Zafón)
 
Se desengaña sola, al igual que, sola, se había engañado. Con un vaso vacío entre las manos y algo más difícil de rellenar dentro. Ella, simple abono de esa planta que a menudo florece sobre la tumba de un amor marchito. Esa rara planta llamada felicidad. (A tres metros sobre el cielo, Federico Moccia)
 
Quien quiere de verdad quiere en silencio, con hechos y nunca con palabras. (Carlos Ruiz Zafón)
 
En el momento en que te paras a pensar si quieres a alguien, ya has dejado de quererle para siempre. (Carlos Ruiz Zafón)
 
Cuando la vida te ofrece un sueño que supera con creces cualquiera de tus expectativas, no es razonable lamentarse de su conclusión. (Crepúsculo, Stephenie Meyer)
 
“Como si nunca hubiera existido". Aquella fue una promesa que él no podía mantener, una promesa que se rompió tan pronto como la hizo. (Luna Nueva, Stephenie Meyer)
 
Yo era como una luna perdida. Una luna cuyo planeta había resultado destruido, igual que en algún guión de una película de cataclismos y catástrofes que, sin embargo, había ignorado las leyes de la gravedad para seguir orbitando alrededor del espacio vacío que había quedado tras el desastre. (Luna Nueva, Stephenie Meyer)
 
El tiempo pasa, incluso aunque parezca imposible, incluso a pesar de que cada movimiento de las manecillas del reloj duela como el latido de la sangre al palpitar detrás de un cardenal. El tiempo transcurre de forma desigual, con saltos extraños y treguas insoportables, pero pasar, pasa....Incluso para mí. (Luna Nueva, Stephenie Meyer)
 
Había una cosa que sabía a ciencia cierta, lo sabía en el fondo del estomago y en el tuétano de los huesos, lo sabía de la cabeza a los pies, lo sabía en la hondura de mi pecho vacio... El amor concede a los demás el poder para destruirte. (Luna Nueva, Stephenie Meyer)
 
Mi vida era como una noche sin luna antes de encontrarte, muy oscura, pero al menos había estrellas, puntos de luz y motivaciones...Y entonces tú cruzaste mi cielo como un meteoro. De pronto, se encendió todo, todo estuvo lleno de brillantez y belleza. Cuando tú te fuiste, cuando el meteoro desapareció por el horizonte, todo se volvió negro .No había cambiado nada, pero mis ojos habían quedado cegados por la luz. Ya no podía ver las estrellas, y nada tenía sentido… (Luna Nueva, Stephenie Meyer)
 
En ocasiones, cuando el aire falta, cuando sentimos descomponer nuestros sueños, llegan a nuestras vidas recuerdos de instantes pasados, instantes que nos llenaron de luz, de sonrisas, pero que hoy tristemente nos afligen, nos dejamos invadir de pequeñas nostalgias y nos damos cuenta que en ocasiones dejamos pasar la vida por complicaciones o simplemente por orgullos, olvidamos que lo que nos hace valiosos es que somos diferentes, que lo que nos hace fuertes es que no somos perfectos, que la importancia de la vida no se basa en lo que dure si no en la intensidad con que la vivamos puesto que de esta no nos quedaran los cartones, ni los premios recibidos solo nos quedara lo aprendido, los sentimientos, los instantes que marcaron nuestra existencia, esos pequeños momentos que hicieron de nuestro mundo un sol gigantesco. (Anónima, pero no podía dejar de incluirla aquí…)
 
Nos reímos. Y seguimos riéndonos así. Hablando sin saber muy bien de qué ni por qué. Después decidimos colgar, prometiendo que nos llamaremos mañana. Es una promesa inútil: lo hubiéramos hecho de todos modos. Cuando pierdes tiempo al teléfono, cuando los minutos pasan sin que te des cuenta, cuando las palabras no tienen sentido, cuando piensas que si alguien te escuchara creería que estás loco, cuando ninguno de los dos tiene ganas de colgar, cuando después de que él ha colgado compruebas que lo haya hecho de verdad, entonces estás perdida. O mejor dicho, estás enamorada, lo que, en realidad, es un poco de lo mismo...  (Tengo ganas de ti, Federico Moccia)
 
Ayn Rand afirmaba que la verdadera libertad empezaba en el individuo, en uno mismo. "Para saber decir yo te amo, primero hay que saber decir yo". Esta frase es la base de lo que Ayn Rand denominaba el "Egoísmo Razonable", la necesidad de pensar de vez en cuando en uno mismo para conseguir el equilibrio personal. La necesidad de hacerte valer para que los demás te valoren, de tener la valentía de mostrar tus sentimientos sin juzgar y sin miedo a ser juzgado, de defender como de verdad es uno por encima de lo que piensen los demás, la necesidad de ser simplemente feliz sin dar explicaciones a nadie, sean cuales sean las consecuencias. (Física o química, Antena 3)
 
Felicidad en estado puro, bruto, natural, volcánico, que gozada, era lo mejor del mundo... Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que la coca, chutes, porros, hachís, rayas, petas, hierba, marihuana, cannabis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, lsd ,éxtasis... Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, que una orgía, una paja, el sexo tántrico, el kamasutra, las bolas chinas... Mejor que la nocilla y los batidos de plátano... Mejor que la trilogía de George Lucas, que la serie completa de los Teleñecos, que el fin del Milenio... Mejor que los andares de Ally Mcbeal, Marilyn, la Pitufina, Lara Croft, Naomi Campbell y el lunar de Cindy Crawford... Mejor que la cara B de Abbey Road, los solos de Hendrix. Mejor que el pequeño paso de Neil Amstrong sobre la Luna, el Space Mountain, Papa Noel, la fortuna de Bill Gates, los trances del Dalai Lama, las experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro, todos los chutes de testosterona de Schwarzenegger, el colágeno de los labios de Pamela Anderson, mejor que Woodstock y sus fiestas mas orgásmicas... Mejor que los excesos del Marqués de Sada, Yan Rimbaud, Morrinson y Castaneda... Mejor que la libertad... Mejor que la vida. (Jeux d'enfants, película recomendada)
 
-Si tienes miedo de hacerte daño, aumentas las probabilidades de que eso mismo suceda. Fíjate en los funambulistas, ¿crees que piensan en que tal vez caerán cuando caminan cuidadosamente por la cuerda? No, ellos aceptan ese riesgo y disfrutan del placer que les proporciona desafiar el peligro. Si te pasas la vida procurando no romperte nada, te aburrirás terriblemente… ¡No conozco nada más divertido que la imprudencia! (La mecánica del corazón, un libro que no podría recomendaros más…)
 
A veces es bueno llevar sombrero por si sale una buena ocasión para quitárselo. (Joaquín Sabina, a petición de @MiguelonMiguelo)
 
Hay instantes en que todo parece posible y todo puede cambiar, en que todo está al alcance de la mano, fácil y bonito... Pero de repente llega la duda, el miedo a equivocarse y a no haber entendido bien lo que el corazón siente de verdad. (Perdona pero quiero casarme contigo, Federico Moccia)
 
Cuando nos reímos utilizamos quince músculos de la cara. Aunque no nos demos cuenta quince músculos se mueven a la vez. Cuando gritamos usamos trece músculos, y cuando andamos en bicicleta nueve. Al parecer cuando besamos a alguien es cuando más músculos se mueven: treinta y cuatro músculos. Existen muchas clases de besos. Besos de pasión, besos de amistad, besos que no dicen nada, y otros que lo dicen todo. Quizás por eso un beso signifique tantas cosas, porque después de darlo no es necesario hablar, está dicho todo. (Los hombres de Paco, Antena 3)
 
Por pedir, pido veinticuatro horas a tu lado en las que nos dé tiempo a todo menos a perder el tiempo. Por pedir, pido que me baste ese día para convencerte de querer estar conmigo para el resto de tus días. Por pedir, pido que exista un preciso momento, en el que se te escape un beso cuando menos te lo esperes, y cuando más lo lleve esperando yo. Por pedir, te pido en una tarde lluviosa, dentro de una casa sin gente, sobre un sofá sin cojines (para que sólo puedas abrazarte a mí), enfrente de mi película favorita... Bueno, si quieres enfrente de tu película favorita... bajo una manta que haga de telón tras el que actúen nuestras manos; marionetas manejadas por los verdaderos sentimientos. Me pido entonces tus dedos acariciando mi brazo, y mis cosquillas jugando al escondite con ellos. Por pedir, pido dar un paseo al mismo paso, frenarnos en seco de repente, y mojarnos los labios sin que nos vea la gente. . Pido, mientras caminamos por cualquier calle, llevarte y traerte al contarte cualquier estupidez, agarrando con mi mano tu brazo, y tu risa fuese la mejor de mis melodías, y que en un intento por no dejarme ir, me hagas perder todo menos la sonrisa. Por pedir, te pido a ti, para siempre. (Desconozco su autor, pero circula mucho por internet y me encanta)
 
El amor es sufrido y considerado, nunca es celoso. El amor nunca es jactancioso o engreído, nunca es grosero o egoísta, nunca se ofende ni es resentido. El amor no haya placer en los pecados de los demás y se deleita en la verdad. Siempre está dispuesto a excusar, confiar, esperar y soportar todo lo que venga. (Un paseo para recordar, muy recomendada)
 
Miedo a amar. ¿Qué puede haber más hermoso? ¿Qué riesgo mayor vale la pena correr? Con lo bonito que es entregarse a la otra persona, confiar en ella y no pensar en nada más que en verla sonreír. El amor más hermoso es un cálculo equivocado, una excepción que confirma la regla, aquello para lo que siempre habías utilizado la palabra "nunca". Qué tengo que ver yo con tu pasado, yo soy una variable enloquecida de tu vida. Pero no voy a convencerte de ello. El amor no es sabiduría, es locura... (Perdona si te llamo amor, Federico Moccia)
 
No soy nadie especial. Solo soy un hombre corriente con pensamientos corrientes. He llevado una vida corriente. No me han hecho ningún monumento y mi nombre pronto quedara en el olvido. Pero según como se mire he tenido mucho éxito como muchas otras personas en la vida. He amado a otra persona con todo mi corazón y eso para mí siempre ha sido suficiente. (Diario de Noah)
 
Sería muy simpático que existiera Dios, que hubiese creado el mundo y fuese una benevolente providencia; que existieran un orden moral en el universo y una vida futura; pero es un hecho muy sorprendente el que todo esto sea exactamente lo que nosotros nos sentimos obligados a desear que exista. (Sigmund Freud)