martes, 24 de abril de 2012

Simbiosis

Era un pequeño corazón, uno muy frágil, extremadamente fácil de romper. Funcionaba con un simple mecanismo de activación, y con otro aún más sencillo de avería.
Que deciros sobre el primero. Creo que es el más conocido, el menos utilizado y… el más mortal. Consiste en conectar tu corazón a otro de forma que tus dos aurículas y tus dos ventrículos latan con el fin de mantener con vida al otro corazón, pretendiendo obtener exactamente lo mismo del otro miembro. Una especie de asociación simbiótica, se podría decir. ¿Qué ocurrió? Muy sencillo, uno de los corazones fue desconectado y decidió funcionar por sí mismo, de modo que nuestro pequeño corazón se quedó solo y sin fuerzas para continuar con sus latidos. Y es precisamente en éste punto cuando entramos en el segundo punto, la avería, donde también se pueden apreciar varios grados de gravedad. Algunos se resuelven con una simple reparación de conexiones, quizás unas cuantas medicinas, drogas…
Pero ninguna de estas soluciones curaba a nuestro pequeño corazón, que tenía cada vez menos energía y aún menos ganas de continuar latiendo. En la sala de espera de un hospital cualquiera solo se oían sus latidos, a veces frenéticos, otras prácticamente inaudibles. Bum, bum. A su alrededor sienten cierta pena por él, todos comparten la misma opinión: Está a punto de morir.
Le propusieron un corazón nuevo, uno compatible con su tipo de sangre. Uno con quien rápidamente entablo amistad  y que le propuso dicha unión. El candidato estaba más que dispuesto, pero nuestro pequeño corazón le rechazó. Bum, bum. El sonido era cada vez menos audible.
El médico no entendía su decisión, él se limitó a contestarle en voz baja, casi tan baja como el latido de su corazón. “Nunca jamás me conectaré a otro,  nunca jamás volveré a amar. Y podría ¿sabes? Porque fui creado para ello, pero haciéndolo renegaría de todo lo que he sentido a su lado, y me niego. Le amaré siempre, aunque él ya no esté. Aunque muera solo y cada latido sea un tormento. ¿Y sabes por qué? Porque estoy convencido de que no hay mayor felicidad que aquella que sentí a su lado”.
Finalmente, la sala se quedó en completo silencio.


No hay comentarios:

Publicar un comentario