miércoles, 30 de mayo de 2012

Under the skin

Amar dejó de ser bello para mí hace ya mucho tiempo, tanto que he comenzado a perder la cuenta. Pasó de hacerme volar a arrojarme al vacio, de acariciar mi piel a ensañarse con ella, a fustigarla, a morderla y arañarla. Pasó, en definitiva, de ser amor a dolor. Un declive inevitable, supongo. Una de esas clausulas que vienen en letra pequeña en el contrato del amor. Si quieres, duele. Si amas, sufres.
Una de las mayores impotencias que existe es amar a quien no merece ser amado, a quien no ha hecho méritos para merecer tu corazón. A quien simplemente te lo ha robado y encima luego lo ha pisoteado, rasgado y aplastado, reduciéndolo a la más pequeña de las motas de polvo. Mi problema es sencillo: Esto no siempre fue así. Hace tiempo, mucho tiempo, yo volé. Viví las caricias, ignoré la letra pequeña, amé y fui amada… Pero todo cambió. Aún no estoy totalmente segura de cómo llegó a suceder, pero sus sentimientos cambiaron. Dejé de reconocerle. Dejé de ver el brillo en sus ojos azules, esa chispa de luz en su mirada que parecía encenderse cada vez que su mano rozaba la mía… Todo aquello es historia, es pasado, es esa mota de polvo que conservo en lo más hondo de mi ser.
Olvidar el amor no es posible, no se nos creó con tal objetivo. Se nos creó para producir esa reacción química que es el amor, complicada y adictiva, pero sobre todo destructiva. Sigo tachando los días, sigo esperando a ese olvido que jamás llega, sigo mirando las estrellas en busca de un destello como aquel, aunque jamás le encuentro. Y aún así, no hay mañana en la que abra los ojos y no me pregunte: ¿cómo olvidar algo que se te ha metido en la piel? 


jueves, 17 de mayo de 2012

Valorando la vida

La vida es un ciclo sin salida. Puede que varíen de una persona a otra los pasos intermedios, pero jamás podremos cambiar el primero o el último.
La muerte llega inevitablemente, de formas diferentes, de improviso o a conciencia, dolorosa o indolora, incluso feliz o triste… Pero siempre llega. Nos obligamos a vivir sin pensar en ella, creyendo en el fondo de nuestra cabeza que seremos la excepción, que no llegará para nosotros… Pero llega y nos fulmina. La muerte es dura para aquel que abandona, para el que va a ninguna parte, para el que vuela a los cielos o para el que viaja como un errante por la Tierra, pero lo es aún más para los que se quedan. La muerte deja un vacío, uno que es imposible rellenar. Un boquete en el corazón que acompañará a quien lo tiene el resto de su vida.
La vida es frágil. Es un fénix que no renace de sus cenizas, una pluma que vuela pero jamás regresa. Hay diferentes formas de vivir una vida, cada persona es responsable de decidir su camino. Cada uno decide como disfrutarla, aprovecharla, sufrirla o llorarla. Es una decisión individual, pero hay una regla de oro: Jamás abandones, jamás dejes de luchar. Haz lo mejor para ti, para ella. Cuídala, cuídate. Piensa en ti, en qué sucedería con aquellos a los que quieres si te ocurre algo. Piensa en la sonrisa de los que te hacen bien y olvida a aquellos que solo maltratan tu corazón. Lucha por quien quieres, por lo que quieres, pero sobre todo lucha por ti. Todo el mundo merece ser perdonado, pero la muerte no da segundas oportunidades.

sábado, 12 de mayo de 2012

Eighteen

Estoy sentada en el suelo de mi habitación, acompañada solo de mis cuatro paredes, con las rodillas dobladas y mis brazos rodeándolas. Miro al suelo, al techo, a las paredes, y siento que nada es protector, familiar… La habitación está prácticamente oscura, solo un pequeño hilo de luz se cuela entre las persianas. Hay unos 25ºC en la calle y yo no paro de tiritar, pero aún así no me tapo, agradezco que el frío me haga daño. No paro de pensar en él, en todo lo que le quiero. En los momentos que hemos pasado, en cada beso, cada caricia, cada abrazo… Me siento realmente estúpida. Egoísta, imbécil y un montón de improperios más que aun así se quedarían cortos. Lo tenía absolutamente todo, no me faltaba nada. Tenía a la persona que quería, tenía la felicidad más plena, tenía días y noches de palabras bonitas, tenía verdades… Y lo he maltratado todo. Lo he roto, ensuciado y retorcido hasta reducirlo a cenizas. Pero aún no es polvo, aún no ha volado. Quizás llegaría a hacerlo con el tiempo, pero no pienso permitirlo. Yo ya no tengo mis alas, las he perdido por no pensar en las consecuencias de mis actos, pero aún tengo otras y sé muy bien qué hacer con ellas. Te las regalo a ti, mi amor. A ti que las mereces más que nadie. A ti, a quien quiero, a quien deseo la más plena de las sonrisas.
De poco sirven las palabras y las promesas, no cuando no mereces confianza. No se puede cambiar el pasado, pero si se puede compensar el futuro. Si se puede estar seguro de querer con todo tu corazón y de hacer cualquier cosa por volver a sentir aquella felicidad. Mientras tanto, mientras tu corazón sangra y el mío se estremece, solo espero al tiempo. Al tiempo, al perdón y al amor, al de verdad. Pero necesito pedir una cosa, una última cosa antes de taparme para evitar que este extraño frío me consuma por dentro. Necesito pedirte que te quedes a mi lado.