Hay muchos tipos diferentes de amor. Hay amores fugaces, o de verano como suelen llamarse. Amores que decrecen a medida que
aumenta la distancia respecto a la playa. Hay amores platónicos, amor que todos hemos sentido alguna vez, ese
amor por una persona a la que consideramos inalcanzable, imposible de tener.
Hay amores de amistad, amor
prácticamente fraternal hacia esa persona que te apoya y escucha en todo, pero
que en muchas ocasiones termina convirtiéndose en otro tipo de amor. Y, por
ello, también hay amor de confusión o
transformación, de confundir sentimientos o de que éstos evolucionen y se
conviertan en algo más. Y hay también otro tipo de amor, uno que podríamos
llamar amor que mata, tal y como
decía aquella canción. Un amor suicida, un amor que no te deja ver más allá de
esa persona, un amor que te acaba destruyendo por dentro.
En mayor o menor grado todos hemos llegado a experimentar
estos tipos de amor, o al menos varios de ellos. Forman parte de nuestra vida,
de nuestro desarrollo como personas, y nos ponen a prueba para lo que
acostumbra a llamarse amor verdadero.
Este amor, por muchos considerado leyenda y por otros fervientemente buscado,
es considerado el clímax de lo sentimental. Una vez encontrado ese amor seremos
felices para siempre, sin problemas, sin preocupaciones. Este es, al menos, el
concepto que inconscientemente tenemos todos de ese amor verdadero. Un amor puro, sincero, sin ningún tipo de
obstáculos. Pero, ¿y las características de este amor? Pocos las conocen a
ciencia cierta, incluso algunos son poseedores de tal amor sin siquiera darse
cuenta.
El amor verdadero
posee todo lo bueno del resto de amores. Posee la intensidad con la que se vive
un amor de verano, la enorme necesidad
de posesión hacia el amor platónico,
la sinceridad, confianza y compenetración de los amores de amistad, la capacidad de evolución de los sentimientos
del amor confuso y la pasión con la
que se vive el amor que mata. Es
realmente difícil encontrar un amor así, con todas estas características. No
queda otra que ir probando corazones y dejarse llevar por ellos. Una lenta y
agónica espera en ocasiones, y un rápido y cómodo encuentro en otras. Pero
ambos caminos llegan al mismo resultado, y puedo asegurar que cuando llega es
simplemente excepcional…
Es entonces cuando conoces a esa persona. Que te completa,
que te entiende, que te escucha, que te aconseja, que sabe como acariciarte,
que te sonríe para contagiarte su sonrisa, que te anima, que te perdona, que te
llora, que te echa de menos, que te dice palabras bonitas, que siente esas
palabras de verdad, que se acuerda de ti a cada momento, que te conoce como
nadie, que te ama… Y que es totalmente irremplazable. Que llena cada pequeño
espacio de tu corazón, que prácticamente rebosa. Que llena cada centímetro de
tu cuerpo de su recuerdo, cada espacio de tus fosas nasales de su olor, cada
milímetro de tus ojos de su sonrisa…
Y sabes que no le dejarás escapar. Sabes que nadie te hará
tan feliz, que nadie te regalará palabras bonitas cada día 18 del mes. Que
nadie te cuidará de esa forma, que nadie te querrá así… Y que nadie más te
escribirá un te amo al final de cada
capítulo del mes.