La vida es complicada, no creo que nadie se atreva a afirmar
lo contrario. La vida nos pone obstáculos, pruebas que nos sirven para estar
preparados frente a acontecimientos futuros. Tanto es así que, para algunos, la
vida se basa en esto mismo: una simple carrera llena de obstáculos que han de
superarse para llegar al final… Sin embargo, siempre me he preguntado, ¿qué
esperan estas personas encontrar al final? En mi opinión, aquellos que sólo
saltan estos obstáculos llegan a su muerte sin haber saboreado la vida.
La vida. La vida es simplemente excepcional y, como suele
decirse, sólo se vive una vez. Y es cierto, sólo hay un camino, sólo hay una
meta, pero sin embargo cada uno elige qué obstáculos quiere superar o no por
dicho camino. Es precisamente ahí dónde una persona es dueña de su vida, de su
futuro, de las cosas que le ocurren. Yo nunca he creído en el destino, sino que
considero que somos nosotros mismos quienes consciente o inconscientemente lo
forzamos.
Seguramente, uno de los obstáculos que la mayoría de los
mortales tenemos en común es el amor. Este tiene algo muy peculiar y gracioso
pues no sólo lo pasamos una vez, sino que (y a pesar del dolor) nos empeñamos
en saltarlo varias veces hasta que decidimos detenernos. Y no nos detenemos
porque haya llegado nuestra meta, sino porque decidimos llegar a esta misma con
algo entre los brazos. Algo que puede hacernos daño, que puede frenar incluso
nuestro ritmo… pero que, sin embargo, nos hace felices.
Cada uno busca en su vida ese obstáculo que se convierta de
pronto en felicidad, y que no ha de ser obligatoriamente el amor. ¿Cómo saber que lo has
encontrado? Simplemente lo sabes. Lo sabes porque te sientes cómodo, feliz,
ligero y lleno de vida. Lo sabes porque, en caso del amor, ves en sus ojos todo
lo que necesitas ver. Pero, sobre todo, lo sabes porque serías capaz de
perdonar cualquier cosa con tal de conservarlo. Y este es precisamente el gran
problema de este obstáculo especial: cuando llega, lo llena todo de una luz
espectacular que nos ciega y a través de la cual hemos de ser capaces de ver.
Hemos de impedir que nos controle pero, sobre todo, hemos de impedir que nos
engañe.
Hay muchos obstáculos engañosos en el camino de la vida, y
solamente uno que es capaz de hacernos felices. Encontrarlo y no dejarnos
engañar es nuestro trabajo y decisión pero, sin embargo, hay algo mucho más
importante: En ese camino que es la vida sólo puedes estar seguro de una cosa, algo
que no debes olvidar nunca y que, por muchos obstáculos que superes, siempre
estará a tu lado. Ese algo eres tú mismo, la persona que emprendió el camino y
que llegará hasta el final, y por encima de cualquier cosa has de creer en ti,
en tus virtudes y en tu fuerza. Conócete a ti mismo, tal como siempre decía
Sócrates, y verás como al final del camino, en esa meta antes mencionada, no encontrarás a tu amor, ni a tu trabajo, ni a cualquier otra cosa material.
Te encontrarás a ti mismo, y esa será la mayor lección y el mayor obstáculo que conseguirás superar nunca.