lunes, 28 de noviembre de 2011

Lección #589: La felicidad es sencilla

Tengo ganas de contaros mi historia, una de esas historias que comienza bien y acaba mejor. Una de esas que nos aburre al oírla contar, en la que no hay lágrimas, ni tragedia, ni separación, ni muerte… Una de esas que, en definitiva, nadie recuerda y se queda estancada en el olvido. Os la quiero contar porque es importante para mí, puede que aburrida en ciertos aspectos, pero bonita al fin y al cabo. Os puedo adelantar que dicha historia comienza por la palabra ‘salvación’ y termina por la palabra ‘siempre’. ¿Qué contiene? Hay muchas cosas en esta historia. Es cierto, os he mentido. Esta historia ha tenido sus cosas malas. Ha habido lágrimas, bastantes en realidad. Ha habido separación, dudas, celos, inseguridad, miedo… Pero no todo son buenas noticias, se que os estabais emocionando. Sobre todo, mi historia tiene sonrisas. Labios hinchados, jamás cansados de besarse. Mañanas, tardes y noches de felicidad. Tiene palabras bonitas, gestos bonitos, abrazos y caricias que nunca olvidaré. Tiene tantas cosas, y aun quedan tantas que podré añadir… Porque sí, mi historia aun está incompleta, pero como ya os he dicho conozco el final. Toda historia tiene su moraleja, ¿verdad? Pues aquí viene la mía: El destino no está escrito en ningún sitio, aunque siempre he creído que hay ciertas cosas que suceden por algo. Todo lo que nos sucede en la vida tiene su porqué, pero todo excepto la muerte tiene solución. ¿El consejo que se extrae de la historia? Simplemente, sigue tu corazón. ¿La frase que termina con el relato? Eres lo mejor de mi vida.


lunes, 21 de noviembre de 2011

Sonrisas al alcance de pocos


Para escribir este texto, me inspiré en el estilo de Arturo Pérez-Reverte. Tiene una columna fija en la revista XLSemanal llamada 'Patente de corso', columna que os recomiendo encarecidamente.  

Siempre he envidiado a esa gente que tiene una sonrisa permanente, casi cosida a sus mejillas. Ese tipo de personas a las que le brillan los ojos mientras, apasionadas, bien pueden estar contándote el resultado de un partido de fútbol o el descubrimiento de algo nuevo e increíble.
Por desgracia para mortales, pensadores y poetas varios, esto jamás resulta ser así. Precisamente por eso, por lo que representan. Una mente desarrollada, inteligente o sensible hará infeliz a su poseedor. Y no debéis sentir pena, porque en muchas ocasiones es ésta quien les inspira. La pena o la tristeza es una de las mejores y más crueles musas. Nos atrae, con sus dulces cantos y su sabiduría, y una vez nos tiene nos atrapa, nos impide escapar de sus garras. Vivir con ella no es cosa fácil, pero tampoco tan difícil como imaginamos. Es muy sencillo llamarla puta e inculparla de todos nuestros males. Y ya está, porque los escritores ante todo somos unos chulos. Y porque un escritor no es un ignorante, con g marcada, a lo español. Por lo que, una servidora, prefiere ser de los segundos.  Aunque tengo, como ya he dicho, cierta envidia a los primeros.

martes, 15 de noviembre de 2011

Words are not enough


‘Los sueños fueron tan efímeros como las palabras que los representaron’. Muchas veces, unas simples palabras nos hacen sonreír. Hacen que nos sintamos especiales, que perdonemos, que aceptemos o neguemos… Son una de las cosas más importantes de esta vida, pero todo el mundo suele cometer el mismo error. Las palabras no son imprescindibles. En el amor, por ejemplo, no deberíamos necesitarlas, porque como dice Carlos Ruiz Zafón, ‘quien quiere de verdad quiere en silencio, con hechos y nunca con palabras’. El amor, si quiere preservarse, necesita demostraciones. Necesita que se mantenga día a día, que se avive esa llama, ya que si no terminará consumiéndose y convirtiéndose en ceniza. Pero las palabras, aunque agraden, terminan quedando como solo eso. Palabras que se estancan en el olvido y casi nunca son rescatadas. Podríamos decir que las palabras son un medio de comunicación, pero tan solo eso. Las palabras pronunciadas por los labios son incapaces de hablar el idioma del corazón. 




miércoles, 9 de noviembre de 2011

Baby, without you I’m nothing


La tenue luz procedente del más precioso y cálido amanecer ilumina tu cara. No llores más, no digas más, sé lo que sientes, sé cuánto te arrepientes. Puedes corres cuanto quieras, yo nunca dejaré que te alejes del todo. Sin ti no soy nada, me siento tan vacía cuando no estás conmigo… Abrázame. Vuelve a decirme si quieres lo fea que soy, no me importa, pero luego dime cuánto me amas. Esto no puede seguir así, pero lo hará. Somos dos psicópatas sin un rumbo definido. Que no importa cuántos cuchillos nos hayamos clavado, ni cuantas cicatrices alberguemos en nuestro corazón: Siempre nos tendremos el uno al otro. Somos afortunados de tenernos y no nos damos cuenta de ello. Tú y yo, juntos, somos capaces de mover montañas. Cuando hacemos el amor somos capaces de hacer temblar al mismo cielo. Dime algo, lo que sea. Dime que me extrañas, o que me odias, o incluso dime si quieres que me has engañado pero que me amas a mí. Ya no importa. Te necesito conmigo, aunque todo esto sea una mierda, aunque tú seas una mierda. Aunque me estés convirtiendo en la puta persona más infeliz de este planeta, no me importa. Porque puede que cuando esté contigo tú solo pienses en ti mismo, pero soy yo quien dirige tu camino. Y que no importa nada más: En nuestro mundo solo hay espacio para ti y para mí, no hay lugar para remordimientos.

lunes, 7 de noviembre de 2011

River flows in you

Nota: Leer con River flows in you de fondo (primera en la playlist)
Un simple te quiero. Un te echo de menos, un ya te olvidé. Un día te quise, otro te hice daño y otro sufrí por ti. Te esperé, esperé que aparecieras de nuevo en mi vida. Lloré. Recordé con amargura el tono exacto de tu voz, la textura de tus labios, el brillo de tus ojos, la paz de tu sonrisa... Un quizá todo se reduzca en cuatro palabras: Necesito que me quieras. Un tengo que olvidarte, un quizá te olvidé por fin. Una pregunta retórica y una respuesta que no llegó jamás, al igual que tú. Un sufrimiento difícilmente comparable, una falta total de felicidad. Un pocos estuvieron allí, un nadie podría haberme ayudado. Y un se acabó, seguido de un largo comienzo. Eso que solo sabe aquel que lo vivió, y que nadie podría fingir jamás. Aquello a lo que muchos pretenden llegar, y finalmente se dan cuenta de que se engañan a si mismos. Una completa infelicidad arrastrada por el miedo a la soledad. El que quiere entiende, siente, compadece... Pero sufrirá. Sufrirá porque todo lo anterior además de otorgar felicidad roba algo. Roba el corazón, que deja de ser tuyo, de pertenecerte. Deja de ser tuyo porque ya no siente ni vive por ti. Vive por él. Y dependes de que sepa cuidarlo, de que quiera cuidarlo.
Puede que nadie sepa entender esto. Puede que esa melodía solo sea la canción de mi vida. O puede que haya alguien que ahora mismo este intentando contener las lágrimas. Sin embargo, es mejor apreciar el presente que vivir solamente en lo acontecido.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Contra un te quiero no puedes luchar


Me gusta hacerme la fuerte, odio que la gente sepa que estoy mal. Da igual el día de la semana que me veas, no importa si estoy sonriendo o tengo el ceño fruncido, nadie sabe cómo me siento. Nunca lo he pretendido y durante gran parte de mi vida no sabía el porqué de mi comportamiento, pero algo cambió eso.
La primera vez que te rompen el corazón es muy dura y te obliga a madurar de golpe. Enamorarse es como situarse en el borde de un abismo y dejarle a esa persona la decisión de tirarte o sostenerte por la cintura. Y cuando te rompen el corazón sientes como caes por un  vacío sin fondo del que en ese momento sientes que no saldrás nunca. Pero lo haces. Te cuesta muchísimo trabajo, es cierto, pero terminas saliendo al exterior y encontrarte con esa nueva vida, esa nueva madurez. Después de esa primera herida en tu corazón eres muchísimo más exigente con todo. No te permites enamorarte y te obligas a ser mucho más superficial y menos sentimental. Y con el tiempo, sea cual sea, terminas conociendo a alguien. Ese alguien, alguien especial. Alguien en quien ves todo lo que pides, todo lo que deseas. Pero tienes miedo. Miedo al fracaso, miedo al dolor… A que todo termine como la otra vez. Pero ¿sabes? Te contaré un secreto. No hay que tener miedo al amor. ¿Y sabes qué más? En esos momentos en los que no quieres admitir que estás mal esa persona lo sabrá sin que se lo digas, en aquellos en los que sientas que una lágrima se va a escapar de tu ojo esa persona la parará con un beso. En aquellos momentos en los que necesites hablar esa persona te escuchará siempre y… Si en algún momento sientes que no puedes aguantar más al borde del precipicio esa persona estará ahí no solo para sostenerte, si no para darte una buena razón para continuar en ese abismo entre la plena felicidad y la más dura de las tristezas. Está bien resistirse a una razón de peso, pero no cuando esa razón es un claro y sincero te amo.