sábado, 23 de febrero de 2013

24/7


Últimamente los días pasan lento. Los segundos parecen minutos, los minutos horas, las horas semanas que no acaban nunca… En mi cabeza se prepara una tormenta, una que está a punto de descargar toda su furia y crueldad. Una que haré frente sin casa, sin lugar donde refugiarme, sin paraguas, sin siquiera un abrigo… una tormenta a la que haré frente desnuda, y con una única y segura compañía.
La tormenta ya tiene fecha, ya tiene hora de inicio y hora de finalización. No es una tormenta inesperada, sino prevista y predecible, pero aún así inevitable. Por ahora me enfrento poco a poco a la lluvia que la precede. Lucho cada uno de esos segundos contra ella, sin ninguna ayuda, sin ninguna garantía de poder llegar a contemplar la belleza y furia de los rayos. Aún así sigo avanzando, nada podrá detenerme. Aunque la lluvia empape mi cuerpo, aunque el frío consuma mis huesos, aunque el viento me dificulte continuar… yo lo hago, y lo haré. Sin aminorar el paso, sin detenerme, sin descanso, sin dudar. La tormenta lo merece.
Cuando llegue, los rayos serán jugárselo todo a una carta. Serán nervios, decisiones, un enfrentamiento cuerpo a cuerpo y un profundo desafío para mi más fiel compañera. Será duro, será difícil, será doloroso… pero será rápido, tanto que no parecerá nada comparado a la lluvia que he tenido que enfrentar.
Vendrán entonces las recompensas, o las decepciones. Vendrá la alegría o la tristeza, las lágrimas de quién sabe qué tipo, los abrazos con diferentes propósitos, el orgullo o la decepción… vendrá el futuro, vestido con un traje aún desconocido.
Queda mucho tiempo aún, o quizás poco. Queda seguir luchando contra la lluvia y el viento, contra viento y marea, contra cualquier ola que pretenda echarme abajo. Queda seguir adelante contra esa barrera que me separa del futuro, esa barrera que parezco ser yo misma.