martes, 17 de julio de 2012

Capítulo 5

“Se me hace extraño confiarte mis palabras y mi corazón cuando estás tan lejos de mi. Lo que realmente me gustaría sería abrazarte y ver tu sonrisa, susurrarte un felicidades al oído y esperar a que sonrías para decirte cientos de ‘te quiero’. Pero eso no es posible, y me conformo con saber que después de leer esto sonreirás. No puedo decirte mucho más que un te echo de menos o un me haces feliz, y que el sábado pienso abrazarte, ahogarte a besos y repetirte un millón de veces las últimas dos palabras en cursiva del texto…”

Caminamos por la playa prácticamente a tientas, orientándonos solamente por la luz que nos proporciona el reflejo de la luna, dejándonos llevar únicamente por el suave tacto de nuestras manos. Llegamos a ningún lugar en especial y nos sentamos. Permanecemos en silencio acariciando la mano del otro, reflexionando sobre la pequeña sensación de felicidad que ese simple hecho nos proporciona. No parece que la noche vaya a ser especial, aunque figurará en ese grupo en cierta forma porque la hemos pasado juntos… Pero de pronto algo hace cambiar eso. Uno de los dos comienza a hablar de sus miedos, de sus inseguridades, y el otro no puede hacer más que escuchar y compartir las suyas. Ambos sentimos la unión, lo sé. Hablamos sin miedo, sin enmascarar las palabras, con la voz temblorosa pero las ideas firmes. Nos sentimos afortunados en cierta forma por poder contar con alguien que nos entienda tan bien, alguien con quien no necesitas ocultar parte de tu verdad. Desnudamos nuestro corazón dado este punto, sabiendo que está desprotegido, que puede ser fácilmente dañado. Y no nos importa, no hay miedo. Nos abrazamos, nuestros corazones se abrazan. Nos protegemos del frio, del dolor. Posas tus labios sobre mi frente. Te amo, susurras. Sonrío en la oscuridad, y sé que tú también aunque apenas puedo distinguir tus facciones.
Abrazados y enamorados, así seguimos largo rato. Hablando de locuras, de lo felices que somos al lado del otro. Cuánto me ha costado encontrar a alguien como tú, jamás había confiado de ésta forma, me haces sentir especial, si te hago sentir así es porque lo eres… Hablamos de soñar, de qué haremos cuando seamos adultos. Hablamos de viajar juntos si se nos presenta la oportunidad. De ir a Londres porque sabes que me encanta, de visitar Jordania porque sé que te mueres por conocerlo… Y viajando de punta a punta del globo terminamos en Italia. Hablamos de cometer una locura y sellar nuestro amor con un candado. ‘No sé...-te digo yo, poco convencida-eso es algo que dura para siempre.’ ‘Lo sé-respondes tú firmemente-pero en ese momento no mentiríamos. Sé que simboliza amor eterno pero si fuésemos allí sería especial igualmente, querría decir que en ese momento nos amamos de verdad.’ No sé como lo haces, pero una vez más me has convencido. Pienso en la idea de hacerlo y sé que lo haría, que lo realmente importante sería amarse en tal momento y sé que así sería.
De pronto recuerdo lo que llevo esa noche colgado del cuello, un colgante con el símbolo de la paz y un pequeño detalle prendido de él. Un corazón con cerradura, ni más ni menos, y su correspondiente llave. No necesito pensarlo, sé lo que quiero hacer con él. Entiendo lo que acaba de decirme, ahora entiendo que tenía razón. Me quito el colgante ante su atenta mirada y separo la llave y el corazón de él. ‘Lo compré en Dublín hace algo más de un año-le explico-y jamás llegue a imaginar que estaría en manos ajenas. Pero aquí me tienes, decidida a entregártelo. Toma, sé que es algo exagerado, pero aquí tienes mi corazón y su llave. Te lo entrego como símbolo, porque poseías tales cosas desde hace tiempo. Cuídalos muy bien, son extremadamente frágiles’. ‘¿Estás segura de esto?-me preguntas tú, sorprendido por el gesto-¿No te arrepentirás?’ ‘No tengo nada de qué arrepentirme-te susurro-ahora mismo estoy segura de que te pertenece, quiere decir que en este momento te amo de verdad… Como nunca había amado a nadie.’
Sonríes y me besas. Y todo sigue así, con una lucha de sonrisas que siempre parece quedar en empate, con caricias que no quieren tener final y con besos que no se cansan de aparecer, con una hoja más escrita de éste libro del cual desconocemos el final y deseando poder escribir un te amo al final del siguiente capítulo.



viernes, 6 de julio de 2012

Time to dream

Te cuesta encapricharte con alguien, qué bien se está solo. No rindes cuentas a nadie, no pueden reprocharte nada, puedes romper todos los corazones que quieras… ‘No estoy atado’ es tu respuesta para todo, jamás te prometí amor ni cariño. Sabes lo que quieres, lo buscas y siempre lo encuentras. Y entre rollo y rollo, entre cubata y bajada de pantalones, entre beso y despedida la encuentras a ella. No te resulta especial a primera vista. Otra más, te dices. Otra con la que jugar, a la que mentir y más tarde dejar. Y te sorprendes, ella no es como el resto, tiene un atractivo extra. Te comprende, no necesitas explicarle nada. Te encanta escucharla, te encanta el tono de su voz. Te encanta hacerla reír y verla sonreír cuando dices alguna palabra bonita. Te sorprendes planteándote algo más, ella no es un juego, quieres hacerla sentir como ella te hace sentir a ti. Te sorprende aún más que ella acepte, que sonría y te bese la mejilla mientras dice ‘claro que quiero’. Cómo puede ser tan perfecta y no verlo, piensas. Te enamoras. Te resistes a la idea, pero finalmente lo haces. A partir de ahí tu felicidad depende de la suya y dejas de ser para ser nosotros. Pasáis noches de pasión, tardes interminables llenas de caricias, despertares de peleas y comidas de reconciliación. Hay cosas malas pero no importa, lo bueno compensa de lejos lo malo. Te planteas locuras, te planteas pasarte la vida entera a su lado. Una noche le susurras un siempre seguido de un te amo, y te das cuenta de que nada volverá a ser igual. Has cambiado, lo quieres todo con ella y crees que es posible que ese todo ocurra. El amor es capaz de cambiarlo, de superar todas las adversidades. Y eso no es lo más especial, claro que no. Lo más especial es que ella se siente exactamente igual que tú. Que te susurraría una y mil veces un para siempre, que por otro lado sabe que seguramente no se cumplirá. Pero no importa, somos jóvenes, no es momento de pensar. Es momento de vivir, de dejarse llevar. Es hora de ser feliz. Es hora de soñar.