El pequeño pollito se
ha caído de la rama. Sus plumas se han teñido de gris y sus alas son incapaces
de moverse. Ya no puede volar, no podrá volver a hacerlo en un tiempo. Sin
embargo, eso no le importa. El pollito solo puede pensar en la rama, en lo
feliz que era allí arriba con la brisa batiendo sus alas. Solo puede pensar en
las vistas… en las verdes y siempre brillantes vistas.
Había olvidado por completo la sensación de vacío. Esa
sensación que recorre todo tu cuerpo como un escalofrío lento y doloroso, como
un recordatorio de que hay algo que falta dentro de él. Mi cuerpo manifiesta
ese vacío entre lágrimas, entre suspiros que terminan transformándose en
lágrimas y entre recuerdos que, irremediablemente, caen por mis mejillas y se
estrellan contra la almohada. Mi cuerpo se siente débil, le falta su pieza
fundamental: le falta esa chispa que recorre cada músculo de mi cuerpo cuando
veo esa sonrisa.
El tiempo es la pieza más subjetiva que forma parte del
puzzle de la vida. Pasa de forma muy diferente para cada persona, para cada
momento, y ahora mismo el tiempo parece eterno. Se avecinan días pasados por
agua. Días de concentrarme en mi misma, en las cosas que son realmente
importantes para mí y mi futuro… aunque,
ahora mismo, este último se me antoje demasiado lejano.
El pollito esperará
refugiándose en el hueco de algún árbol. Esperará a que pare la lluvia, a que
salga el sol, a que sus plumas vuelvan a ponerse blancas y a que sus alas
vuelvan a batirse. Esperará hasta que pueda volar y continuar su camino,
esperará hasta que pueda seguir adelante… y esperará volver a encontrar la rama
de la que cayó, la rama que le vio volar y ser realmente feliz por primera vez.
lo importante es que ese pollito tenga siempre presente que, más tarde o más temprano, el sol va a volver a salir ;)
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