martes, 9 de septiembre de 2014

Recursión

Lágrimas, desdén por la vida. Una vida que pasa sin apenas momentos felices: sin sonrisas, sin abrazos, sin buenas noticias. Una vida sumida en la tristeza, en la traición, en la desesperanza, en el dolor, en la rutina…

Me asusta lo mucho que me he habituado al dolor. Me asusta darme cuenta de que no me inmuto ante las malas noticias, ante los reveses de la vida, ante las mentiras… todo me parece monstruosamente repetitivo y familiar. Me asusta darme cuenta de que me he acostumbrado a no ser feliz, a no querer a nadie porque todo el mundo me hará daño, a no sonreír demasiado porque después de cada sonrisa vienen lágrimas que la compensan… en definitiva, me he acostumbrado a que la vida se comporte de forma injusta conmigo.
Me gustaría concluir esto con algo feliz, con una promesa de cambio o alguna frase esperanzadora, pero eso no va a ocurrir. La vida es triste en este momento, y voy a dejar de fingir de una vez que es de otra forma. Tengo derecho a estar mal porque todo me ha salido mal, porque ni una sola cosa de las que me hacían feliz hace un año está ahora mismo en mi vida… porque  ella me lo ha arrebatado todo, absolutamente todo. No solo me ha arrebatado las alas, sino también las ganas de volar.
Algún día volveré a hacerlo. Volaré lejos de aquí, lejos de amores inconexos y de personas que abandonan injustamente mi vida. Volaré lejos de los que no merecen la pena y me sentiré atraída por los que me hacen bien. Volaré a algún país que me comprenda y seré feliz de alguna forma, aunque no será la convencional. Volaré, volaré… pero jamás podré volar lejos del dolor, ni de los recuerdos. Tendré que aprender a ser más fuerte que ellos. Más fuerte que esta mierda de vida, que las injusticias y las malas personas. Algo que con el paso del tiempo aprenderé… pero que, desde luego, por ahora no he aprendido.

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